martes, noviembre 30, 2010

La crónica de Argentina

Esta es la crónica del viaje a Argentina en 2010. Incluye algunas fotos, la galería completa está aquí. A mi hermano Agustín su empresa lo ha destinado a Buenos Aires y es una oportunidad que no podemos dejar pasar para conocer el país. Nos estableceremos en su casa y desde ahí haremos excursiones con equipaje ligero. Tanto que cada vez que llegamos a un destino nos preguntan si nos han perdido el equipaje.

Como pretendemos ir al sur y a los glaciares, retrasamos el viaje. En julio y agosto el invierno austral está en su apogeo así que viajamos en septiembre. De este modo viviremos cuatro estaciones en menos de un mes. Salimos de España en verano, al llegar a Argentina es invierno, al cabo de unos días empieza la primavera y a la vuelta estamos en otoño.

4 de septiembre

Volamos directos de Madrid a Buenos Aires. Llegamos al aeropuerto internacional Ezeiza, que está a unos 50 kilómetros de la casa de Agustín. Por el camino todo está urbanizado. El área metropolitana conocida como el Gran Buenos Aires (GBA) es una ciudad masiva, con una población estimada de 14 millones de habitantes. El trayecto lo hacemos en un taxi privado -un remis- que nos han reservado para que salgamos rápido sin hacer cola. Nos cuesta unos 40€. El cambio está a unos 5 pesos por euro, aunque en función de dónde lo hagas es muy variable. En el momento de escribir esta crónica, en 2024, está a 1000 pesos por euro.

Llegamos de madrugada a su casa y nos recibe Bea. Nos vamos a dormir inmediatamente, estamos baldados.

5 de septiembre

Cambiamos euros a pesos de una forma un poco particular. En lugar de ir al banco, viene a casa un tipo vestido de traje y con un maletín lleno. Nos da un cambio mejor que el oficial. El nombre de este oficio es chanchullero. Como la inflación y el tipo de cambio están empeorando continuamente, quien se lo puede permitir prefiere tener sus ahorros en moneda extranjera.

Salimos al centro, la llamada Ciudad Autónoma de Buenos Aires (CABA, para distinguirla del GBA), vamos en coche con Bea y las niñas. De camino pasamos por una autopista, la costanera norte, que pasa por el aeropuerto doméstico (Aeroparque Jorge Newbery) y desde la que se ve la Villa 31, el asentamiento informal más grande de la ciudad. Las villas miseria o simplemente villas son proliferaciones de viviendas precarias cuyos ocupantes no son dueños del suelo. En origen no tienen ningún servicio pero a medida que se consolidan consiguen luz, agua, saneamiento, centros de salud o escuelas. La Villa 31 o barrio Padre Carlos Múgica es una de las 50 villas que hay en el GBA y la más grande, con más de 40.000 habitantes. Está separada de uno de los barrios más exclusivos de la ciudad sólo por las vías de tren.

Visitamos el barrio de San Telmo y en él la Iglesia Nuestra Señora de Belén, más conocida como de San Pedro González Telmo, que es una de las más antiguas de la Ciudad y el famoso mercado de antigüedades, con toda la plaza llena de puestos porque es domingo. Comemos en el restaurante Pasaje Solar.

Después vamos al barrio de la Recoleta. Tiene muchos espacios verdes alrededor de la Basílica de Nuestra Señora del Pilar, y están llenos de gente pasando el domingo. La Feria de Recoleta es una de las grandes atracciones al aire libre, se ofrecen productos artesanales y diferentes opciones gastronómicas, además de espectáculos de todo tipo.

Vemos por fuera el Centro Cultural Recoleta y el Buenos Aires Design, un centro comercial exclusivamente de decoración y diseño. Una de las atracciones principales es el cementerio de la Recoleta, que alberga tumbas extravagantes de iconos nacionales, como Eva Perón, pero ahora mismo está cerrado para visitas.

6 de septiembre

Por la mañana nos quedamos por nuestro barrio de acogida, San Isidro, a unos veinte kilómetros al norte del centro. Es un barrio residencial y tranquilo alrededor de un pequeño centro donde está la estación de tren y la catedral. Todas las calles están llenas de árboles. Tiene también un pequeño puerto. Tomamos un café en una terraza y empezamos a ver las expresiones y costumbres de acá. Si te ofrecen factura con el café no es ningún tipo de ticket, es un pequeño cruasán. Y si con el café te ponen un pequeño vaso de agua es de cortesía, y siempre es con gas para que sepas que no es del grifo.

Bajamos de nuevo al centro y comemos en el restaurante Al Carbón, en el barrio de San Nicolás cerca de la estación del tren de Retiro. También vemos el edificio histórico del Banco Francés del Río de la Plata y justo al lado uno moderno, de estilo brutalista, el Banco de Londres y América del Sur.

Después nos vamos a la Plaza de Mayo, que recibe su nombre de la revolución de 1810 que se gestó allí y supuso la independencia de Argentina. En ella está la Casa Rosada, la sede del gobierno argentino. La plaza también es un símbolo por las protestas contra la dictadura, abanderadas principalmente por las Madres de la Plaza de Mayo, que luchan aún hoy en día los desaparecidos, según sus propias cifras más de 30.000. En el medio hay una estatua ecuestre del General Belgrano.

En ella siempre hay alguien manifestándose y por eso la Casa Rosada está vallada y hay un retén de policía antidisturbios con tanquetas. Hoy tocan los veteranos de las Malvinas.

La plaza está en un lateral de la avenida 9 de julio que con su característico Obelisco es una de las vías principales de la ciudad. No muy lejos de ahí entramos en una tienda especializada en Tango para que Lorena se compre unos zapatos de baile. Con tacón de 7,5 centímetros. Ni más ni menos.

Por la ciudad nos movemos en metro, y para volver a San Isidro usamos el tren de cercanías desde la estación de Retiro; son unos 20 kilómetros. En los primeros tramos el tren va hasta la bandera, después vamos casi sólos. Cuesta unos pocos céntimos al cambio.

7 de septiembre

Muy temprano vamos a la terminal marítima de Puerto Madero para coger un ferry cruzando el Río de la Plata a Uruguay. La zona portuaria de Montevideo es curiosa, está en el mismo centro y tiene bastante ambiente por la noche. Nos quedamos en el Hotel Plaza Fuerte. Es un viejo edificio que conserva la arquitectura de principios de siglo, con interior renovado; nuestra habitación tiene dos plantas con el dormitorio arriba.

Paseamos por la ciudad vieja, que está en una península que cierra la bahía del puerto. Uno de los sitios más bonitos para visitar es el Teatro Solís, un edificio emblemático de 1856. También las plazas Zabala, Matriz (o de la Constitución) y de la Independencia. Desde esta última sale la avenida 18 de julio, que cruza la ciudad y donde están la Fuente de los candados, el Palacio de Intendencia Municipal y un poco más arriba la Universidad. Comemos en la terraza de un sitio pequeño en una bocacalle y empezamos a ver las costumbres locales, como las cervezas de un litro como estándar.

Volvemos al hotel y desde la terraza vemos toda la zona del puerto. En la plaza Zabala vemos a unos chavales con un ordenador del programa educativo OLPC -One Laptop Per Child-. Uruguay fue unos de los países más involucrados en el proyecto, llegando a entregar un ordenador a cada niño de primaria, más de medio millón en total.

Por la tarde-noche volvemos al puerto y en un bar descubrimos una bufanda del Deportivo (y otra del Celta). También aprendemos el modo de beber. Cuando pides una cerveza -de litro-, no es sólo para tí: el camarero te servirá en tu vaso y la compartirá con el resto de la barra; lo mismo te sucederá a tí cuando otra persona pida otra botella. Una forma de socializarse curiosa.

Por detrás del Teatro Solís cenamos en el asador Tras Bambalinas, uno de los mejores asados de carne del viaje.

8 de septiembre

Desayunamos en la última planta del hotel, con vistas a toda la ciudad y nos vamos a la estación de autobuses para coger uno a Colonia de Sacramento. Está a unos 180 kilómetros hacia el oeste siguiendo la costa del Río de la Plata, y enfrente de Buenos Aires.

Su casco antiguo es Patrimonio de la Humanidad, fusionando los estilos portugués, español y poscolonial. Se caracteriza por sus calles de adoquines con edificios de una sóla planta. Hay un bastión de la época colonial y un faro.

Después de comer en una terraza volvemos en Buquebús a Buenos Aires.

9 de septiembre

Cogemos un avión con Agustín y toda la familia al aeropuerto de Trelew, para visitar el entorno de Península Valdés. Sin embargo después de dos intentonas de aterrizaje vuelve a Buenos Aires por el mal tiempo. Llegamos muy tarde, con las niñas durmiéndose encima de las maletas mientras esperamos un taxi.

10 de septiembre

Nos llaman muy temprano de Aerolíneas Argentinas: tenemos vuelo a Trelew. Como no deshicimos las maletas, salimos corriendo a Aeroparque y llegamos por los pelos al vuelo, que esta vez sí consigue aterrizar.

Vamos por carretera a la ciudad donde nos vamos a alojar, Puerto Madryn. Es la puerta de entrada a Península Valdés, una punta costera en la provincia de Chubut que está más separada del continente al tener al norte y al sur del istmo dos bahías enormes -el golfo de San José y el golfo Nuevo, de unos 30-40 kilómetros de ancho. Nos quedamos en el hotel Tolosa y paseamos un poco por la playa y el puerto.

Actualmente es uno de los doce Patrimonios de la Humanidad declarado por la Unesco en Argentina. Es el lugar donde llega la mayor población reproductora de ballena franca austral y estamos justo en temporada. Por la tarde nos llevan a la playa de El Doradillo, y desde el mismo borde del mar, que tiene mucha pendiente, podemos ver a unos pocos metros a varias parejas de ballenas con sus rituales de cortejo. Los machos intentan copular y las hembras se ponen boca arriba para impedirlo, pero no mucho tiempo porque así no pueden respirar. Así que están todo el rato dando vueltas.

Además del turismo las principales actividades económicas son la pesca -hay dos factorías de Pescanova-, y una fábrica de aluminio. En el trayecto a la playa en bus la guía nos cuenta una historia que nos suena tal cual a la de mi familia cuando vivimos en Foz. Aquí no hay mineral de aluminio, el único motivo para poner aquí la fábrica es que hay un puerto resguardado y con calado para barcos grandes. Cuando se creó la industria y llegaron los primeros trabajadores a montarla esto era un pueblo de mala muerte. Muchos se quedaron a trabajar y el pueblo creció con tres clases de personas:

  • vyc: venidos y criados, los que llegaron a trabajar y sus hijos nacidos en otro lado.
  • nyc: nacidos y criados, la generación que ya nació aquí.
  • taf: traídas a la fuerza, las mujeres de los trabajadores.

Ahora tiene 100,000 habitantes y bastante vida, ya no es que era pero sigue estando bastante lejos de todo, las distancias en Patagonia son otra cosa.

11 de septiembre

Haciendo unos cuantos kilómetros más al norte llegamos a la península propiamente dicha, que es un impresionante refugio de fauna, tanto terrestre como marina. Es un Área Natural Protegida y el acceso está controlado. En el centro de visitantes hay un pequeño museo con esqueletos de ballenas.

En el Golfo Nuevo está la pequeña población de Puerto Pirámides, y desde ella se puede embarcar para ver de cerca las ballenas. A pesar de su nombre no tiene puerto pero sí una playa enorme por la que bajan los barcos al mar con tractores y remolques. La ensenada tiene cerca de 40 kilómetros por la parte más larga y la navegación turística está muy limitada. Sólo pueden estar a la vez en el agua seis barcos, que no son muy grandes.

Salimos a navegar y vemos de cerca muchos ejemplares, entre ellos un raro ballenato albino. En el morro vemos los característicos callos que sirven para identificar los individuos. También vemos como hacen unos espectaculares saltos sacando casi todo el cuerpo fuera del agua.

Después de la navegación seguimos adentrándonos en la península por tierra hasta llegar a la punta del extremo. Por el camino se pueden ver maras (liebre patagónicas), ñandúes, guanacos, y en las playas lobos y elefantes marinos. En otra época del año hay orcas cazando leones marinos en la playa. También un poco más avanzado el otoño se puede visitar más al sur Punta Tombo, la mayor pingüinera del mundo fuera de la Antártida.

Cenamos en un restaurante de marisco, donde hay un montón de variedad, incluidos unos cangrejos con unas patas mucho más largas que las que estamos acostumbrados a ver en Galicia, pero menos sabrosos.

12 de septiembre

Hacemos la última excursión del viaje, a ver la colonia de lobos marinos de un pelo -Otaria flavescens- de Punta Loma. Hay unos acantilados llenos de cormoranes y debajo de ellos una pequeña playa. La colonia puede tener cerca de un centenar de ejemplares y se puede ver muy claramente su dimorfismo sexual, los machos pesan hasta 300 kilos, más del doble que las hembras. Están también en temporada de apareamiento y parece que las van a aplastar.

Volvemos a la ciudad y viajamos de vuelta a Buenos Aires, pero esta vez desde el aeropuerto de Puerto Madryn, que es mínimo, y en un avión muy pequeño también, un Embraer 145 con una configuración de asientos 2+1. El control de asignación de asientos son unas pegatinas en una fotocopia.

13 de septiembre

Volamos a El Calafate con una escala técnica en Neuquén. Antes de la hora prevista de salida desde esa parada, el comandante dice ‘ya estamos todos, ya podemos irnos’, de modo que al llegar a El Calafate no hay nadie esperándonos y tenemos que hacer el tiempo que se ha adelantado.

Nos quedamos en el Hotel Bahía Redonda, cerca de la calle principal, la Avenida del Libertador, en la que hay un casino enorme. Damos una vuelta por la ciudad, que está a orillas del lago Argentino, el mayor de los lagos patagónicos, que desagua en el río Santa Cruz.

Tenemos programada una excursión en 4x4 hacia un mirador desde donde se ven las montañas que hay hacia el norte, incluyendo el Cerro Torre y El Chaltén (también llamado Fitz Roy), unos de los principales destinos mundiales de escalada. Algún tramo está tan embarrado y tiene tanta pendiente que a pesar de la tracción integral y las ruedas de tacos tiene que montar cadenas en todas las ruedas. Por el camino vemos llamas y guanacos.

A la vuelta paseamos por la orilla de un pequeño entrante del lago lleno de flamencos y cenamos en La Esquina, un sitio animado. Fuera hace mucho frío y dentro mucho calor. La gente se viste en camiseta y por encima directamente un anorak gordo.

14 de septiembre

Salimos de El Calafate con destino al glaciar Perito Moreno, recorriendo un trayecto de 80 kilómetros por una zona de bosque andino patagónico. Paramos para hacer fotos en la llamada curva de los suspiros, con la primera vista del glaciar. Es enorme, hacia atrás se extiende hasta Chile. Debe su nombre al explorador que trazó los primeros mapas de esta región, además de estudiar su historia natural y geología.

Estamos en la mayor extensión de hielo fuera de los polos, el Campo de Hielo Patagónico Sur. La punta del glaciar está rodeada de pasarelas de madera para poder visitarla a pie. Hace mucho frío y cada poco tiempo se escuchan las explosiones que hace el hielo al crujir con el avance, unos dos metros al día. Hay carteles de advertencia de que no te acerques mucho por ese motivo.

El extremo de la lengua del Perito choca con la Península de Magallanes y hace dos frentes, el norte y el sur. Cuando está tocando la tierra bloquea la salida de agua de la laguna sur -el Brazo Rico-, que va acumulando un desnivel entre los dos lados de hasta 30 metros que cada cierto tiempo rompe el puente de hielo y desagua al otro lado, hacia el lago Argentino. La rotura del puente de hielo es un espectáculo muy esperado, cada 2 ó 3 años.

El frente completo del glaciar tiene 5 kilómetros y unos 75 metros de alto. Hacemos una excursión navegando por el Brazo Rico desde un pequeño embarcadero hasta lo que está permitido acercarse a la pared. Cada cierto tiempo se desploma un iceberg y se forma una ola que zarandea el barco. Cuando está nublado el frente se ve de un color azul muy intenso. En este lado también hay excursiones organizadas por un lateral, con guía y crampones para caminar por el hielo.

Por la tarde paseamos por la Laguna Nimez, una reserva ornitológica pegada a El Calafate en donde se han observado más de 80 especies de aves. En las riberas hay dos arbustos: uno endémico, el calafate, y uno invasor, la rosa mosqueta.

Cenamos en una especie de pueblo de artesanos dentro de la ciudad que también tiene sitios para comer.

15 de septiembre

Saliendo por la carretera hacia el oeste que lleva al Perito Moreno también se llega a Puerto Bandera, en donde nos montamos en un barco para navegar por el Lago Argentino y los canales glaciares que desembocan en él. Llegamos al brazo norte del Perito, al Upsala y al Spegazzini, que llega a tener 135 metros de altura en su frente. Al verlos desde una distancia segura y sin apenas referencias, es difícil hacerse una idea de lo grandes que son. La navegación la hacemos rodeados de témpanos y con un frío acorde; el glaciar Upsala es uno de los ejemplos más evidentes del retroceso de los glaciares, habiendo perdido más de 10 kilómetros desde que se empezó a estudiar en 1968. En un tramo del trayecto pescan un bloque de hielo y podemos tomarnos un refresco enfriado por una roca de mil años.

A la vuelta nos quitamos el frío en Borges y Álvarez, una cafetería-librería. Hay un grupo de mejicanos celebrando su día nacional y nos regalan unas bandas con los colores de la bandera y unos pendientes para Lorena.

16 de septiembre

Por la mañana visitamos el Centro de Interpretación Histórica El Calafate con huesos de dinosaurios y de un perezoso gigante extinto, el Meghaterium.

Después continuamos nuestro periplo hacia el sur volando a Ushuaia, la ciudad más austral del mundo. Está al norte del Canal de Beagle y los chilenos dicen que al otro lado -y por tanto más al sur- hay una ciudad chilena, Puerto Williams, pero en realidad no pasa de unos barracones militares.

Nos quedamos en el Hostal del Bosque, un sitio para esquiadores.

17 de septiembre

Vamos a hacer una excursión por el Parque Nacional Tierra del Fuego. Y lo vamos a hacer de una forma muy especial: en un tren. En origen se construyó para trasladar presos de la prisión al campo de trabajos forzados, Ushuaia era una colonia penal. Ahora hay unas locomotoras con coches de amplios ventanales y calefacción para comenzar un paseo por el bosque fueguino, por la zona de Cañadón del Toro.

Por el camino se ven diques hechos por castores y la destrucción que causan. Son una especie invasora y sin depredadores. Fueron trasladados desde Canadá por las pieles, pero cuando empezaron a comer la madera de las especias locales, su pelaje cambió a un tono grisáceo que ya no era apreciado en peletería.

Por la tarde hacemos otra excursión, pero esta vez en barco. Vamos a navegar por el Canal del Beagle con dos paradas. La primera es la isla de los lobos, que está llena de cormoranes y lobos marinos. Desembarcamos y damos un paseo.

Después vamos a la Isla del Fin del Mundo, donde está el faro de Les Éclaireurs. En ese momento en el barco te ofrecen ponerte un cuño en el pasaporte que indica a dónde has llegado.

Cenamos en un bufet libre chino que al contrario de lo que pensábamos está especializado en comida argentina, con cordero fueguino a la parrilla y flan de dulce de leche.

18 de septiembre

Por la mañana damos un paseo por la ribera del mar y de una pequeña laguna, Bahía Encerrada. Hay un monumento a los participantes en la Guerra de las Malvinas y mirando hacia tierra se puede ver toda una cordillera nevada con estaciones de esquí. Tomamos algo en uno de los locales más característicos, que antes era una tienda de ultramarinos: Ramos Almacenes Generales.

Después visitamos el Museo del Fin del Mundo, donde compramos un facsímil del mapa hecho por el Capitál Fitzroy en su viaje con Darwin. Está en la costanera (Avenida Maipú), y un poco más lejos está también el Museo Marítimo y del Presidio, donde se pueden visitar las antiguas celdas y galerías.

Volvemos a Buenos Aires

19 de septiembre

Desde la estación de tren de San Isidro vamos esta vez hacia el norte, para conocer el barrio de Tigre y navegar por el Delta del río del mismo nombre, que es un brazo del Paraná. Hay muchos barcos turísticos para pasear por los canales, que son un laberinto enorme. En toda la zona hay unas casas espectaculares con su correspondiente embarcadero, la única manera de entrar y salir es el río.

20 de septiembre

Bajamos otra vez al centro de Buenos Aires. Nuestra primera parada es el Jardín Japonés, en el Barrio de Palermo. Se construyó con el aporte de la comunidad japonesa en el año 1967, por la visita del Príncipe Heredero Akihito. Es el más grande fuera de Japón y dentro hay también un centro cultural.

Después vamos al MALBA, Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires, fundado en 2001 y con más de 400 obras de arte contemporáneos de la región. El edificio en sí mismo también lo es.

Seguimos caminando por el Barrio de Palermo, llegando a Villa Freud, una zona conocida por la concentración de consultas de psicoanalistas.

La siguiente visita es a la librería Ateneo, en el edificio donde antes estaba el teatro Splendid. Tiene los techos altos, balcones originales y tallas ornamentales intactas. Hasta los telones rojos del escenario siguen siendo parte del espectáculo. Hay sillones repartidos por todas partes, el escenario se utiliza como zona de lectura y cafetería y los antiguos palcos del teatro se utilizan como pequeñas salas de lectura.

21 de septiembre

Tenemos programado un vuelo a Iguazú a las 7:55, pero por diferentes incidencias tenemos un retraso de 8 horas y perdemos parte de las excursiones; hoy estaba previsto visitar las cataratas desde el lado brasileño. En las cataratas hay una triple frontera con Brasil y Paraguay. Primero nos dicen que hace mal tiempo, aunque los aviones de LAN están volando uno detrás de otro al mismo destino. Después que hay que cambiar la tripulación.

Es probablemente la parte del viaje más turística pura y dura pero las cataratas son un impresionante espectáculo de la naturaleza, y se puede ir y volver en un par de días. Hay muchas opciones de alojamiento pero seguramente la mejor es el Sheraton (ahora es Gran Meliá). Es más caro, pero es el único que está dentro del propio parque de forma que además de ver las cataratas desde la habitación puedes ir andando desde el hotel. En las ventanas hay carteles avdirtiendo de que las dejes cerradas por los monos.

22 de septiembre

Nuestra primera visita al parque la hacemos en un trenecillo abierto que nos acerca al inicio de unas pasarelas. Éstas nos llevan al fondo de la U que hace el salto de agua, la llamada Garganta del Diablo. Desde nuestra pasarela vemos la anterior, que reventó el río en una crecida. Vemos muchos vencejos volando y atravesando las cascadas, tienen los nidos detrás.

Después caminamos por dos senderos, el circuito superior desde donde se ven los saltos 'Adan y Eva' y otros, todos ellos muy grandes, y el circuito inferior, desde donde se ven otros menos espectaculares.

Por el camino vemos infinidad de mariposas y algunos coatíes; hay señales prohibiendo alimentarlos.

Antes de volar de vuelta tenemos una experiencia a ratos un poco aterradora. Vamos a embarcar en una lancha para ver los saltos de agua desde abajo. Alguno desde justo debajo, con un caudal de agua que nos deja completamente empapados a pesar de las capas de plástico que llevamos.

Entramos cimpletamente empapados en el Sheraton cruzando en bañador y descalzos un evento; nos cambiamos a la carrera y nos llevan al aeropuerto para volver a Buenos Aires

23 de septiembre

Volvemos por nuestra cuenta al centro. Pasamos por la plaza donde están el Congreso y el Senado de la Nación. El primero es un edificio majestusos con una cúpula, columnas y capiteles que se asemejan al Capitolio de Washington o el de La Habana. El segundo podría pasar por un simple edificio de oficinas. En un callejón está la llamada Universidad Popular de las Madres de la Plaza de Mayo y muy cerca el extravagante Palacio Barolo.

Continuamos ruta cruzando la Avenida 9 de Julio para ir al Mercado de San Telmo, con su histórica estructura de hierro forjado.

Volvemos a casa en metro y tren; en este último hay un cartel curioso. Si tienes algún problema pita, haz pi. O más bien llama al número 31416.

24 de septiembre

Nuestra última visita en Buenos Aires antes de volver a España es el barrio de La Boca, llamado así porque es la boca del río Matanza o Riachuelo. En él están grandes astilleros, muchos en declive y el Puente Transbordador Nicolás Avellaneda, uno de los últimos de su tipo en el mundo (otro es el de Bilbao y hemos visto alguno más en Aquitania).

La zona también es conocida por el colorido de sus casas, que se pintaban con el excedente de los barcos. La calle donde se agrupan las mejor conservadas es Caminito, muy cerca del Estadio de Boca Juniors. Está lleno de locales y hay espectáculos de tango en la calle. Es probablemente el lugar más turístico de Buenos Aires pero es mejor no equivocarse de calle: lejos de las principales, es un barrio muy peligroso.

25 de septiembre

Nos llevan al aeropuerto de Ezeiza y volamos de vuelta a Madrid. Game over. Insert Coin.

No hay comentarios: