viernes, agosto 30, 2013

La crónica de Mozambique

Esta es la crónica del viaje a Mozambique en julio de 2013. Incluye algunas fotos para ilustrarla, la galería completa está aquí.

Al igual que en 2008 en Tanzania, mi grupo de investigación en la universidad, el de Ingeniería del Agua y el Medio Ambiente, me propone para participar en un proyecto de cooperación al desarrollo en Mozambique en verano. Es un proyecto grande, plurianual y con una fuerte financiación por parte de la Unión Europea. Esta vez el socio principal no es una ONG sino Aguas de Galicia, un organismo de la Xunta.

Se trata de un proyecto de ‘Fortalecimiento Institucional’. En demasiadas ocasiones ese nombre es un paraguas para describir vaguedades y hacer aún menos, pero no es el caso. Mozambique tiene desde hace poco una Ley de Aguas equivalente a los estándares modernos, y necesita ayuda para poner en marcha programas y proyectos acordes con las competencias que le da la ley a la Administración Regional de Aguas (ARA). Aguas de Galicia es su organismo equivalente aquí. En nuestro caso ayudamos a la delegación ARA Norte con sede en Pemba. Las tareas del proyecto de cooperación incluyen la formación de técnicos locales, el inventario de infraestructuras hidráulicas, la creación de mapas y planes de inundación y sequía, y otras en la misma línea. El nombre completo es “Partenariado de Apoio Técnico á Consolidação da Administração Regional de Águas do Norte (ARA-Norte, Moçambique)”, PATCO ARA-Norte.

Mi labor fundamental, al igual que en Tanzania, es la formación de técnicos locales; también colaboraré en una salida de campo de inventario de infraestructuras. Además, a última hora me avisan de que lleve herramientas básicas para hacer reparaciones electrónicas, tienen algún equipo de hidrometría fuera de uso. Antes del viaje preparo un material con el contenido de la formación y de paso me voy familiarizando con términos de la misma, que será en portugués.

Como curiosidad de terminología, lo que voy a hacer no es voluntariado. Hay un límite de horas para llamarlo así. Lo mío es trabajo no remunerado.

Y al contrario de lo que pasó en Tanzania, esta vez Lorena sí viaja conmigo.

18 y 19 de julio

Volamos de noche a Dubai y de ahí a Dar Es Salaam con Emirates. La terminal del antiguo aeropuerto de Dar Es Salaam parece una estación de autobuses de pueblo. El último enlace es ya a Pemba, a donde llegamos al atardecer. En los controles de aduanas e inmigración coincidimos con una familia americana grande, de tres generaciones. Les dicen que los menores deben vacunarse allí y en ese momento de polio. En otro caso no les dejarán entrar. Hay un equipo local de la OMS con todo preparado, y saben que nosotros -por edad y procedencia- sí debemos estar ya vacunados.

Cuando salimos de la terminal ya ha anochecido y en el aeropuerto no ha sido posible cambiar dinero, así que vamos al hotel en un taxi y llegando paramos en un cajero automático para pagarle. A nuestra llegada conocemos a Víctor, el coordinador del proyecto. Manuel y Eva -con quien coincidí en Tanzania- están haciendo una salida de campo ahora.

20 y 21 de julio

Tenemos un fin de semana por delante para acomodarnos y conocer un poco la ciudad. Pemba -cuyo nombre colonial era Porto Amelia- tiene 150.000 habitantes y como muchas ciudades africanas está muy extendida. Salvo en el centro, no existen edificios de más de una planta y casi todas las viviendas tienen una pequeña porción de terreno alrededor. Si a eso le sumamos que hay muchos árboles, el resultado es que casi no parece una ciudad desde el aire. Es la capital de la provincia de Cabo Delgado, y está en una península que cierra una bahía.

Nos alojamos en el Hotel Wimbi Sun, en una zona de playa algo alejada del centro. La zona del Wimbi es la más turística de Pemba, por llamarlo de algún modo, y hay dos o tres hoteles y otros tantos restaurantes a pie de playa. Para ir a la oficina de la ARA nos moveremos con un taxi de confianza. Un taxi informal, por supuesto. Alternaremos para comer y cenar en los pocos sitios que tenemos alrededor, el Pemba Dolphin (camarao panado/grelhado, frango no churrasco), el Mar e Sol (pizzas) y el Pieter's, que además en un centro de buceo. En este último hay un patio cubierto por árbol enorme del que un día nos cae una rata mientras cenamos, pero aparte de eso es muy agradable y el único donde hay wifi. Por la calle hay grupos de niños vendiendo tabaco y vouchers para recargar las SIM prepago.

Una de las maneras de ir al centro es por la carretera de la costa. Desde ella vemos a mucha gente mariscando en bajamar y con puestos en los arcenes con pescado y marisco fresco.

También por la zona vemos una ‘Aldeia de Alegría Ministério Arco-Iris’, una seudo ONG cristiana de origen americano que acoge niños huérfanos o sin recursos y que está prohibida en docenas de países con acusaciones de pederastia y de funcionar como una secta. Llevan orgullosos camisetas con un texto ‘Esta camiseta está prohibida en xxx países’.

Mozambique ha sufrido durante años una mal llamada guerra civil y hay miles de huérfanos. Digo mal llamada porque en realidad -y de manera en exceso simplificada- fue una guerra entre el gobierno del Frelimo -Frente de Liberación de Mozambique, comunista- y Renamo -Resistencia Nacional Mozambiqueña- una guerrilla financiada por los regímenes del apartheid de Sudáfrica y Rodesia que se dedicaba fundamentalmente a reventar infraestructuras como carreteras, puentes y hospitales. Actualmente se ha convertido en un partido político y participa en las elecciones.

Una de nuestros primeros recados es conseguir SIMs locales para mantenernos en contacto y entre los socios del proyecto. Llevamos unos teléfonos sencillos -mis sobrinos dirían sillyphone en contraposición a smartphone- que sólo permiten llamar y mandar sms, pero con baterías que duran hasta tres semanas.

El sábado hay un mercado callejero con venta de todo tipo de cosas, incluída electrónica. Intento comprar un adaptador para el móvil y un vendedor me da un precio. Pero es tan desorbitado que a sus propios amigos les da un ataque de risa. Me marcho y me persigue hasta que negociamos algo más razonable. Al igual que vi en Tanzania, una de las cosas más demandadas son maletas. La gente no tiene armarios en casa y se está moviendo constantemente.

El domingo cenamos con un grupo grande de españoles de otras ONGs y proyectos actuando en la zona.

22 de julio

Esta semana -que es más corta porque el viernes es festivo- tiene lugar la parte de la formación que imparto yo. Antes ha venido Manuel dentro del mismo subproyecto, y antes que él ha habido formación en otras áreas y por otros socios del PATCO.

En la formación participan técnicos del ARA-Norte y por invitación otros de la FIPAG (Fundo de Investimento e Património do Abastecimento de Água), DPOPH (Direcção Provincial das Obras Públicas e Habitação), del INAM (Instituto Nacional de Meteorologia). Como en muchos otros países africanos, la interacción entre administraciones es muy ceremoniosa y hay que cuidar mucho las formas. Todo debe ser firmado y sellado. Les encantan los cuños.

Identifico como actores principales a los dos técnicos de mayor nivel del ARA, Santos Johane y Mica Bulo. Santos ha estado en un programa de intercambio en Cuba y habla español; será de gran ayuda cuando me trabo con el portugués.

La formación que he preparado se refiere al estudio cuantitativo del ciclo del agua. Lo que todos estudiamos en el colegio pero con datos, medidas y fórmulas de cálculo que permitan hacer un balance del agua que llueve y qué sucede con ella. Eso incluye hidrometeorología, hidrología de superficie e hidrometría.

En casi toda la provincia llueve un total anual similar a Coruña, unos 1200 l/m2. Pero lo hace de manera impetuosa en ocasiones, causando inundaciones -y problemas asociados como brotes de cólera- y de manera muy escasa en otras, provocando sequías.

El primer día lo dedicamos a estudiar las diferentes partes del ciclo del agua empezando por la manera de obtener datos de lluvia por medio de estaciones meteorológicas y registros históricos de la Organización Meteorológica Mundial (OMM). En ocasiones esos datos son incompletos y es necesario saber cómo rellenar esos huecos de manera coherente.

23 de julio

El segundo día estudiamos qué pasa con el agua de lluvia, como se infiltra en el terreno, como es evapotranspirada por la vegetación y como fluye en superficie en forma de escorrentía. Para todo ello seguimos los métodos y las fórmulas de cálculo recomendadas por la OMM. Además de mi material, les dejo una serie de manuales y libros en portugués que he recopilado y seleccionado.

Por la noche Eva y el resto del equipo de campo están de vuelta y vamos a cenar con ellos al Steak House, en el centro, apelotonados en un único taxi.

24 de julio

El tercer día de formación en la sede del ARA vemos la parte de hidrometría, estudiando diferentes métodos para medir el caudal de un tramo de río, adaptándolo a los medios disponibles. Ellos tienen molinetes para medir la velocidad en un punto, pero también se puede hacer de manera relativamente precisa con flotadores y un cronómetro.

La media de asistentes es de 8 personas, y su formación previa muy heterogénea. Para el cálculo del cierre del año hidrológico utilizamos una hoja Excel. Algunos la manejan con soltura y otros no la han visto nunca.

En todas las jornadas, que duran unas siete horas, hacemos un pequeño descanso a media mañana. Y comemos un pequeño tentempié (lanches) que paga el proyecto. Es también una forma de fidelización.

25 de julio

El último día, y ya con menos personas en la formación me dedico a buscar una avería en un molinete para medir velocidades con las herramientas que he traído. Se trata no sólo de arreglarlo, sino de que sepan hacerlo ellos en el futuro. Las herramientas se quedarán como donación, al igual que los botiquines de viaje y alguna otra cosa. Además me he confundido de cargador para mi portátil, así que tengo que hacer una adaptación de clavija con los mismos medios y en plan McGyver con una pajita y una astilla de madera. Esto último es literal.

En todos los proyectos de cooperación financiados por la Unión Europea es necesaria una intensiva justificación de los gastos. Esto incluye muchas cosas agrupadas con el nombre genérico de ‘fuentes de verificación’, como son actas de reuniones, hojas de firmas en las formaciones, encuestas, evaluaciones y fotografías de todo, aparte de por supuesto billetes de avión, tickets, facturas y otros documentos. Además yo tengo aparte financiación de un programa de la Universidade da Coruña y también tengo que justificar los gastos ante ella. También y como parte del programa me he comprometido a divulgar a la vuelta el contenido y resultados del proyecto.

Por la tarde buscamos una farmacia para comprar suero fisiológico para Víctor, que anda con diarrea. También vamos a un resort que tiene una pequeña oficina a modo de agencia de viajes.

26 de julio

Aprovechamos el festivo y alargamos el fin de semana para hacer turismo local. Viajamos a la isla de Ibo, en el archipiélago de las Quirimbas. Está a unos 60 kilómetros al norte y pegada a la costa, pero desplazarse a ella no es muy sencillo. Una forma es ir por una carretera muy mala hasta un puerto y desde ahí cruzar en un barco, dependiendo de la marea para hacerlo. La más rápida es un taxi aéreo, que es lo que contratamos ayer en el resort.

Vamos al aeropuerto y antes de volar tenemos el briefing de seguridad, que no es el típico que todos ignoramos en una línea convencional. Si hay algún problema, debemos ser capaces de abrir la puerta nosotros mismos. Sobrevolamos primero la ciudad y después la costa, llena de manglares. El aeródromo de Ibo es una pista de tierra de unos 500 metros y con una caseta abierta y apenas techada. Sin embargo tiene vuelos desde Tanzania así que legalmente es un aeropuerto internacional con código IBO.

Nos recogen en un jeep del hotel donde nos quedamos, el Miti Miwiri (Dúas Mangueiras, Dos Mangos), que tiene ese nombre por los dos árboles frutales que flanquean la entrada. Tiene una zona de habitaciones de dos plantas con terraza y un patio lleno de árboles donde está el bar y restaurante. Es importante no dejar abierta la contraventana -que no la ventana, porque no hay- para que no entren los macacos que están por todas partes. La habitación tiene en el centro una cama con mosquitera y por detrás de ella la ducha y el aseo.

La población tiene un pasado colonial importante y en el centro hay muchos edificios de la época en ruinas. Otros han sido rehabilitado con ayuda de AECID, la agencia española; también la iglesia y el muelle del puerto, que tiene un pequeño faro. El objetivo de la rehabilitación es convertir Ibo en un atractivo turístico.

La isla fue un centro de tráfico de esclavos al igual que muchas otras en la costa este de África como Zanzibar. Visitamos la Fortaleza de São João Baptista, construida por los portugueses en el s.XVII con forma de estrella y que conserva la estructura principal con los muros defensivos con cañones y las celdas. También ha sido rehabilitada por AECID.

Aparte de alguna pensión y algo parecido a un camping local, no hay muchas opciones de alojamiento. Además de nuestro hotel hay otro de precio similar -unos 50 dólares por noche-: el Cinco Portas, con una bonita piscina con vistas al mar. La tercera opción es un sitio de 1000 dólares la noche. Por persona. No sabemos lo que incluye ese precio pero con un poco de miedo vamos a tomar un refresco al bar. Y la verdad es que el aspecto no es muy diferente de los otros dos.

27 de julio

Nuestro anfitrión en el hotel -un alemán que habla algo de inglés y algo de portugués- nos ha organizado una excursión a la isla del sur, Quirimba. A la ida nos lleva un guía que debe tener unos 16 años a través de un denso manglar, para lo que nos han dejado un calzado especial.

Nos cruzamos con gente por el camino, que ya era usado por los esclavos para huír. También vemos pequeños cangrejos violinistas, con una pinza mucho más grande que la otra y otros mayores. Una chica que camina con nosotros lleva la cara protegida del sol con barro y pisa accidentalmente uno que está enterrado. Para la saca.

Saliendo del manglar atravesamos una playa larguísima. En ella hay una zona vallada para proteger el desove de tortugas marinas. Y cruzando un pequeño canal ya estamos en la población principal de la isla, que no tiene más de 50 casas. La actividad principal aquí es la pesca y las plantaciones de palmeras para aceite.

Comemos en un sitio local. No hay mucha disponibilidad de agua dulce, así que cuecen arroz en agua de coco. Lo comemos con pescado frito. Hay unos niños pequeños y les enseño una app que tengo en el móvil. Es una viñeta de un gato que repite lo que dices con voz de pito. Y como sólo graba y reproduce, lo hace en cualquier idioma. Ver un gato que habla tiene su aquel, pero si habla makonde, entonces ya… Más adelante me pedirán verlo los adultos que se han enterado.

Damos una vuelta por el pueblo y vemos llegar los barcos de pesca con la marea alta, algunos son mínimos y tienen la vela hecha de trozos de plástico. Descargan en el centro del pueblo y ahí mismo se organiza una lonja improvisada.

Con la subida de la marea ya no podemos volver andando. Lo hacemos en un dhow, una embarcación tradicional de toda la costa este con una vela latina. El primer tramo vamos costeando a vela. Después en los canales del manglar van empujando con varas apoyadas en el fondo. Llegamos a puerto de noche y con uno de los mejores cielos estrellados que hemos visto en nuestra vida.

28 de julio

Tomamos nuestro último desayuno en el Miti Miwiri, una langosta a la plancha por cabeza. Nos queda poco efectivo, preguntamos alternativas y acabamos pagando con Paypal. Después damos una vuelta por la parte de atrás del pueblo. Sin ayuda habríamos sido incapaces de encontrar unas pequeñas tiendas donde compramos telas estampadas.

También vemos uno de los escasos pozos de la isla, donde están cargando garrafones plásticos. Volamos de vuelta a Pemba con una parada en Quirimba para dejar unos encargos que le han hecho al piloto.

Por la noche cenamos en uno de los locales de la playa y después bajamos a la playa -escasos metros- para ver el cielo nocturno, con Escorpio en una posición mucho más elevada a la que estamos acostumbrados.

29 de julio

Hoy deberíamos empezar una salida de campo para hacer inventario de recursos hídricos, pero está siendo muy complicado conseguir un coche en alquiler. El de la ARA está estropeado. En la mayor parte de los sitios, que no son muchos, sólo admiten pago por adelantado. Algunos nos muestran facturas impagadas de organismos internacionales como el Banco Mundial.

Además, como todo lo demás en esta zona del continente, va con ritmo africano. Otro flow. Entrar en una oficina y pedir lo que quieres es muy grosero. Hay empezar preguntando qué tal el día, la familia, y sólo después de un buen rato empezar a plantear por qué estás ahí.

Al final conseguimos un coche, pero es muy tarde para salir así que perdemos el día.

30 de julio

Salimos temprano el conductor, Santos, Eva y yo. Vamos en una pickup enorme, una Toyota Hilux doble cabina, pero que para andar por algunas pistas de tierra en mal estado será más que necesaria. El conductor dice que tiene un USB con música que le ha grabado su sobrina, y que nos va a encantar. Sólo hay el disco Gold Ballads de Scorpions, con cinco canciones. Lo pone en bucle hasta que le pedimos clemencia.

Por el camino paramos en varios pueblos para tomar datos de pozos -furos-. Los geolocalizamos, medimos el nivel freático, la salinidad y una tira reactiva de nitratos. También nos llevamos muestras y vemos alrededor si hay un mínimo perímetro en el que no hay letrinas o granjas de animales que puedan contaminarlo.

Hacemos una tirada larga hasta el pueblo de Balama. Nos instalamos ahí en una pensión sencilla, la única disponible. Los niños se agolpan a nuestro alrededor en una terraza. Por la noche nos advierten que apagarán el generador y no habrá electricidad; o como dicen ellos ‘Cahora Bassa’, que es el nombre de la presa que genera la mayor parte de la energía del país y de la empresa que la distribuye, que no llega aquí.

Mozambique es uno de los últimos países en la lista de Índice de Desarrollo Humano de la ONU. La provincia más pobre es Cabo Delgado y el distrito más pobre de ésta es Balama. Las aldeas más remotas del distrito son el extremo de eso que llamamos Tercer Mundo, aunque si tienen suerte con las lluvias hay posibilidad de agricultura de subsistencia. Por lo menos ahora no hay guerra.

31 de julio

Temprano nos acercamos al puesto distrital del gobierno. Para trabajar en la zona necesitamos acreditarnos ante ellos con más papeles, firmas y cuños. Además recabamos la información que tienen ellos de pozos y otros datos útiles.

Están arreglando la carretera con pasos de agua. Vamos por la ladera de unas colinas y el montículo de arcilla que es la carretera hace de dique, así que hay que abrir paso. En muchos sitios vemos pequeños incendios, que son provocados para obtener carbón vegetal.

Toda la zona está llena de campos de algodón. Nos cruzamos constantemente con camiones chinos, conducidos por chinos. Están reparando la carretera y construyendo el tendido eléctrico. Ellos lo llaman proyecto de cooperación, pero puede interpretarse de otro modo: necesitan la infraestructura para llevar al puerto los productos agrícolas que producen ellos mismos en las tierras que ha expropiado el gobierno para que las cultiven y se lleven todo.

Uno de los puntos más alejados del viaje -geográficamente y en cualquier otro sentido del término- es la aldea Kuekue. En ella hay una fuente y un pequeño embalse. Medimos el embalse, que no deja de ser una hondonada natural cerrada por un pequeño dique de arcilla, y tomamos muestras de la fuente. Algunos niños muy pequeños están expectantes, es la primera vez que ven un blanco en su vida.

En la zona también está el embalse de Chipembe. Es el más grande de la zona, con casi 5 kilómetros de cola y este sí está construido con una presa moderna, aunque está en un estado de conservación lamentable y las compuertas no funcionan. La ARA ya ha tenido que hacer una actuación de emergencia porque la erosión estaba socavando un lateral.

Pasamos por un puesto donde hay una de las estaciones pluviométricas de la zona. Quien toma los registros lleva mucho tiempo sin cobrar. Esto es frecuente, y algunos dejan de hacerlo y otros no entregan los datos.

Terminamos el día en el pueblo más grande de la zona, Montepuez. Pasamos por la oficina local de la ARA a recoger credenciales de nuevo.

Las opciones de alojamiento son más escasas que en Balama. Los técnicos de la ARA se quedan en el jardín de las oficinas en una tienda de campaña. Nosotros vamos a una especie de hotel que por los sonidos que hay por la noche parece que es de usos múltiples. Las camas tienen sólo un colchón de muelles desvencijado que se me clava toda la noche y hay un baño sin agua corriente. A la vuelta descubriré que me han picado chinches por todas partes.

1 de agosto

Vamos a la aldea de Mapupulo, donde también hay un pluviómetro. Desde aquí nos acompañará un funcionario del gobierno que sospechamos también es comisario político de Frelimo.

Muy cerca hay otro embalse informal que tratamos de medir con el GPS. De él sale una pequeña tubería que atraviesa el dique de arcilla para regar unos campos y medimos su caudal con los medio que tenemos: un cubo y un cronómetro. En un lateral hay unos vallados donde hacen acuicultura. No muy lejos de allí inventariamos más pozos, algunos construidos por el Ministério Arco-Iris.

En otra aldea los pozos están rodeados por una valla y la palanca de bombeo bloqueadas con una cadena y un candado. El agua sólo es para quien paga. Aquí hay varios pozos con el agua muy salina. Los vecinos no están muy contentos con la atención del gobierno, y tenemos algún momento de tensión.

En el mercado tanto Santos como nuestro comisario particular compran frutas, aquí son mucho más baratas que en Pemba.

Sin salir del Montepuez hay una estación de bombeo de agua. Hacemos un apaño con una botella y una pértiga para tomar una muestra de agua, que está un poco caliente. No muy lejos hay otra estación abandonada que servía para unas canteras de mármol.

Volvemos a Pemba. Por el camino Santos compra carbón vegetal. También es más barato aquí, y desde luego mucho más que el gas para cocinar.

2 y 3 de agosto

Tenemos un periplo curioso para volver, por llamarlo de algún modo. Volamos a Maputo y de ahí a Johannesburgo, a Dubai y a Madrid. En total unas 36 horas. Hay un vuelo directo de Maputo a Lisboa, pero no coincide bien con los enlaces ni desde Pemba ni a Coruña, que no son diarios.

Pero antes de embarcar en Pemba tenemos un pequeño incidente. Escaneando la maleta de Lorena han visto corales. Los recogió en la playa, pero en cualquier caso está prohibido llevártelos. El guardia me pide un soborno -algo muy habitual- y yo me hago el loco, como que no le entiendo y empiezo a sacar ropa interior de Lorena. Al final entre la vergüenza y que su jefe le apremia, pasamos sin problemas.

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