viernes, agosto 31, 2018

El Viaje a Nueva Zelanda y Polinesia Francesa


Disclaimer:
Algunas cosas no servirán porque ya son pasado, pero las voy a escribir igual para que me queden como registro. Aquí hay unas pocas fotos. En la galería del post anterior hay muchas más.


Las herramientas del antes:

Contratamos el vuelo y alquiler de coche en NZ y el vuelo y alojamiento en Polinesia Francesa con Ámbar Viajes. Como detalle contar que 2 semanas después de pagar nos dijeron que habían encontrado una oferta mejor y nos bajaron el precio 700€. Por cabeza.

Contratamos todos los alojamientos con Booking. Ni uno solo dio problemas, y todo fue según lo descrito. Buscábamos moteles sencillos, con buen precio, buena valoración, camas grandes y a ser posible estancias múltiples (sala aparte del dormitorio, mini cocina). Sacamos mucha información útil de la guía Lonely Planet y de distancias por carretera con Google Maps. El recorrido se parece al que plantea en su ficha técnica Ámbar viajes pero adaptado.

Las herramientas del durante:
En el Dutyfree nada más aterrizar compramos dos SIM turísticas prepago de Vodafone NZ. Algo más caro que en otros viajes, pero funcionó bien. Eso sí, como en NZ la red no es neutral recargar (top up) datos online es engorroso. Se puede hacer también en tiendas en muchos pueblos, pero si te cambian el contrato turístico por otro es aún más coñazo.

Viajamos con mapas de carreteras comprados en España, uno por isla, con mucho detalle. También con TomTom Go (Nueva Zelanda, instrucciones en español) metido en el teléfono. A través de la línea de datos tiene información en tiempo real al modo de Waze. Esto es muy importante en las carreteras de NZ, con mantenimiento continuo y obras con mucha frecuencia. También el coche de alquiler (Toyota RAV4 en la isla sur, Ford Escape en la isla norte) tenía navegador, lo usamos como mapa secundario con un zoom más amplio que el TomTom. En la isla norte quizás no sea imprescindible el coche 4x4, pero en la isla sur limita mucho las opciones de sitios a dónde ir.

Las guías Lonely Planet de NZ y Polinesia fueron muy útiles, igual que tener línea de datos para que el copiloto fuese mirando información por el camino. Llevamos un iPad mini que es más cómodo que un teléfono para algunas gestiones como tarjetas de embarque, reservar el ferry o entradas a sitios. En casi todos los sitios de la isla sur hay una cadena de supermercados -Four Square- que suelen estar bien surtidos.

La ruta de la Isla Sur:




Llegamos a mediodía a Christchurch. Nos quedamos en el MCM Motel, bastante nuevo y con instalaciones funcionales. A 10 min del centro. Dimos una vuelta pequeña porque el cuerpo no nos daba para mucho (jetlag + 40 horas de viaje). La ciudad tampoco da para mucho más. El centro es pequeño y bastante nuevo, después de los terremotos de 2010 y 2011 está casi todo reconstruido. Hay una pequeña zona comercial en las cocheras del tranvía muy bonita.







Nos despertamos muy pronto, antes de amanecer y nos fuimos a explorar la península de Banks. Fuimos hasta Akaroa, una bahía muy especial (es el cono hundido de un volcán) con un puerto muy bonito. Si tienes suerte puedes ver delfines de Héctor, de los más pequeños del mundo con poco más de un metro.




Después continuamos ruta hacia los lagos Tekapo y Pukaki alojándonos en Twizel. Los lagos son muy bonitos pero impresionan más si acabas de llegar. Al final en las dos islas hay lagos por todas partes, aunque no tan alpinos. La carretera desde Christchurch no es complicada, pero continuar desde aquí a Wanaka, que en el mapa está muy cerca, se hace por una carretera que en todas las guías recomiendan evitar.






Allí nos quedamos en el Twizel Holiday Park, probablemente el motel más sencillo y desfasado del viaje. Instalaciones cómodas, pero la cocina no estaba en la habitación y estaba lleno de carteles con restricciones de cosas que no podías hacer so pena de cobrarte un extra. Además (nos pasó en más sitios) la calefacción es con bomba de calor que calienta mucho y es muy eficiente, pero reseca mucho el aire.

Antes de anochecer exploramos la carretera que va al Aoraki Mount Cook Village, con unos paisajes espectaculares llegando a la base de los Alpes del Sur. En el extremo de la carretera hay un surtidor de gasolina que nos salvó la vida, no hay que despistarse con eso en la isla sur y repostar a menudo. Hay un centro de alpinismo con museo y planetario. A unos 7 kilómetros del pueblo también hay un mirador desde donde se puede ver el glaciar Tasman, el más grande de la isla, pero por un error de interpretación de un mapa nosotros nos lo perdimos, y parece que merece la pena.




Por la noche nos despertamos a las 4 y nos fuimos a hacer fotografías nocturnas de la Vía Láctea y las Nubes de Magallanes desde el mirador Peter’s Lookout. Toda la zona está protegida de la contaminación luminosa y desde la misma puerta del motel se puede ver directamente un cielo espectacular. Solo por eso merece la pena el sitio, aunque quizás buscaría otra opción de alojamiento.




Al día siguiente viajamos a Dunedin, una ciudad portuaria mediana con edificios con mucho encanto tradicional. Nos saltamos Oamaru, donde al anochecer se pueden ver pingüinos. Un poco después paramos a ver los Moeraki Boulders, una rareza geológica en forma de bolas gigantes en la playa. Pensamos que no podríamos verlos por la marea, pero estaba casi alta y bajamos igual a la playa. Continuando hacia el sur, en el faro de Katiki Point hay una colonia de leones marinos (más cuanto más te acercas andando a la punta después del faro).





Nos quedamos en el Sahara Guesthouse. Bastante desfasado pero lo compensa por el encanto de los edificios antiguos (son varios). Limpio, funcional, con gente muy amable y aparcamiento propio, no parece fácil aparcar en la ciudad.

Antes de anochecer nos fuimos a la península de Otago, que cierra una impresionante bahía. Íbamos buscando pingüinos, que se pueden ver al atardecer. Estuvimos en el Royal Albatros Centre en Harrington Point donde hay un centro de conservación y se pueden ver en libertad (con ayuda de ellos y tras pagar una entrada) pingüinos azules, los más pequeños del mundo. Se les ve saliendo del mar en grupos (hasta 40). Truco extra: colocarse a la izquierda en la plataforma de observación, ahí está el camino por el que suben. No vimos en cambio pingüinos de ojos amarillos aunque dicen que haberlos hailos.




Por la mañana salimos a explorar la costa sur, los Catlins. Por la ruta SH1 hasta Balclutha y desde ahí por carreteras secundarias hasta Curio Bay. Por el camino paramos a desayunar en Kaka Point y el faro de Nugget Point. Ahí también hay un posible sitio para ver pingüinos amarillos y focas desde el observatorio (libre, sin entrada) de Roaring Bay. Salen del agua al atardecer.






Vimos también las playas de Cannibal bay y Surat bay, en donde se supone que puede haber leones marinos, focas, elefantes marinos y focas leopardo, aunque no vimos ninguna quizás por ser mediodía. Si vimos las cascadas de Purakaunui (no muy espectaculares pero sí muy accesibles).




Nos quedamos a dormir en Curio Bay, un sitio espectacular con una playa y unos acantilados con un bosque fósil que merecen la visita. El Lazy Dolphin Lodge, un sitio curioso, es casi la única opción de alojamiento. Hay que llamar al propietario a pesar de tener reserva porque habitualmente no está allí, a nosotros nos dejó la habitación abierta, una nota en la pizarra y nos cobró por la mañana. Las habitaciones son sencillas, pero tiene una zona común muy amplia, cómoda y práctica con sofás, cocina y una terraza. El mirador sobre los bosques petrificados por detrás (hacia el oeste) de Curioscape es otro punto de observación de pingüinos, pero tampoco tuvimos suerte, ni al amanecer ni al atardecer.



Al día siguiente seguimos la ruta de la costa, toda muy espectacular por Waikawa, Punta Slope (ojo con las pistas, tienen mucha arena fina y es fácil quedarse atascado y sin cobertura móvil), y el faro de Waipapa Point, otro posible sitio de pingüinos y focas. En Fortrose con marea baja pueden verse los restos de un naufragio. Seguimos a Invercarhill y la península de Bluff, desde donde se puede salir a bucear con tiburones (desde la ‘seguridad’ de una jaula). No es una visita imprescindible.




Desde ahí ya fuimos directos a Te Anau, nuestra base para ver Milford Sound, una de las principales atracciones de la isla sur. Es un sitio un poco más grande, a orillas de un lago y con algo más de movimiento después de la costa sur, que está casi despoblada. Nos quedamos en el Alpine View Motel, muy cómodo, funcional, limpio y céntrico. Aquí nos dimos un pequeño homenaje después de días de desayunar en el motel y comer sándwiches en carretera. Cenamos en el Fat Duck cordero y buey Angus. Muy buen sitio y no demasiado caro.



La carretera que va a Milford Sound tiene 120km (más otros tantos de vuelta) y en invierno con frecuencia tiene el tramo final cortado por avalanchas de nieve y desprendimientos. El paisaje es espectacular pero la carretera no es para novatos, sobre todo con nieve y hielo. En el puerto de montaña hay unos loros (Kea) adaptados al clima frío. Hay que tener mucho ojo con ellos, son bastante cabrones y agresivos. Pueden atacar a personas y romper el coche, incluidas las ruedas.





En el fiordo la principal atracción son los cruceros hasta el mar. Nosotros tuvimos un día despejado, pero con niebla también dicen que es espectacular y fantasmagórico. Hay varias compañías y en invierno no merece la pena reservar. Los precios no son muy diferentes y calcular cuándo vas a llegar complicado. Mejor plantarse allí y coger el primero que sale. También se puede ir al fiordo en avioneta o hidroavión desde Te Anau, Queenstown y Wanaka. El trayecto más completo dura unas dos horas en las que se va rodeado de montañas, de cascadas y se pueden ver delfines y lobos marinos.





La carretera del fiordo es preciosa pero un fondo de saco, hay que volver a Te Anau para salir. No tiene cobertura en casi todo el trayecto, pero los de conservación y seguridad de carretera están pasando continuamente. Desde Te Anau seguimos ruta a Queenstown, la capital del esquí (y muchos otros deportes de invierno y de riesgo) y... de la fiesta después del esquí. Es bastante grande, muy animada, y con mucho tráfico (no es fácil aparcar).



Nos quedamos en el centro, en un hotel de mochileros que también tiene habitaciones individuales con baño, en nuestro caso con unas vistas increíbles al lago y las montañas. Absoloot Value Acomodation está muy céntrico y es moderno, funcional y cómodo. Cenar sin reserva cuesta trabajo, lo hicimos en un mejicano de la calle principal.




Al día siguiente teníamos una ruta corta hacia Wanaka, llamada la hermana discreta de Queenstown. Desde aquí también se puede ir a las estaciones de esquí. Están a medio camino por la carretera del puerto de Cardrona, que merece la pena si el día está bien. En Wanaka fuimos al aeródromo y allí mismo contratamos un vuelo en avioneta de dos horas sobre el monte Cook y los glaciares de la costa oeste. Una experiencia increíble volando muy cerca de las cumbres con un día despejado. Hay otras opciones de vuelo más cortas.





Para dormir nos quedamos en el Base Wanaka, un hotel funcional pero no muy espacioso. De mochileros pero también con habitaciones individuales con baño. Como curiosidad, tiene un ala de habitaciones compartidas exclusivamente para mujeres. El check in no se puede hacer antes de las dos porque en el mostrador no hay nadie aunque el sitio está abierto y haya otra gente. Es lo habitual en todo el país, check in a las 14, check out a las 10. Wanaka no es muy grande pero es bonito, está a orillas de un lago y tiene bastantes opciones para comer, incluido un remolque de crepes y galettes justo debajo del hotel.




De Wanaka salimos temprano a la costa oeste por el paso de Haast, un paso de montaña no muy complicado, al menos con buen tiempo. En la costa oeste llueve mucho, en algunos sitios más de 10 ó 15 veces la media de Galicia. Nosotros tuvimos suerte y nos libramos. Al llegar a la costa en el cruce de Haast tiramos al sur hacia Jackson bay. Añade muchos kilómetros a la ruta, pero el lugar es bonito y sirve para hacerse a la idea de la vida complicada de la zona por el aislamiento. Y si hay suerte y está abierto, comerse una langosta en The Cray Pot.






Después seguimos hacia el norte y pudimos ver desde sendos miradores -algo lejos- el frente de los dos glaciares, el Fox y el Franz Joseph. Hay muchas empresas que organizan trekking o vuelos en helicóptero para visitarlos.




Nos quedamos en el hotel Franz Joseph Montrose, cómodo y funcional, aunque sin demasiado espacio. Y cenamos en el Alice May, un sitio con una historia muy curiosa: la abuela de la propietaria mató a su amante porque no se quiso casar tras dejarla embarazada y eso generó un movimiento en todo el país para librarla de la cadena perpetua. Comida muy elaborada y rica.

Al día siguiente tuvimos el trayecto más largo, cambiando a la costa oeste por el paso de Arthur hasta Kaikoura para un total de unos 500 kilómetros. El paso de Arthur es uno de los pocos sitios para cruzar los Alpes de costa a costa. La parte central del paso puede ser complicada con nieve y hielo, pero no es muy larga. El resto del camino es relativamente sencillo y con paisajes de vértigo entre montañas nevadas y valle glaciares.





Kaikoura es un sitio pequeño con una península con muchas cosas que ver y hacer, nos quedamos dos días en el Motel Blue Seas, cerca de Kean Point. Muy cómodo, con varias estancias y muy cerca de la punta de la península, donde se pueden ver focas y leones marinos. Buen sitio para hacer la colada por las facilidades. Cenamos en The Whaler bar, grande y bien surtido.




El segundo día madrugamos para ver un eclipse de luna, recorrimos la península para ver leones marinos, y salimos en barco para ver cachalotes al lado de la costa. Un día muy completo. Cenamos langosta (crayfish) en The Pier, un sitio que parece el centro de la vida social de la zona. Es la especialidad de la zona aunque no es el sitio más barato para tomarla.










El último día en la Isla Sur madrugamos para ir al ferry a Picton. Es un trayecto sin mayores complicaciones ahora (la carretera la destrozó un terremoto hace unos años) pero hay que llegar con tiempo al ferry: puede salir antes del horario previsto -el nuestro lo hizo- y sólo hay tres al día. El recorrido es largo pero precioso, primero por un fiordo y luego por el estrecho de Cook y las bahías de Fitzroy y Wellington. 





La ruta de la Isla Norte



Llegamos pronto a Wellington y nos fuimos directos al funicular de cable que sube al monte donde están el botánico y el observatorio astronómico. Es un parque relativamente grande y sobre todo con muchos desniveles y cuestas. Si no estás un poco en forma sufrirás. Tiene muchos espacios y jardines diferenciados, incluidos unos invernaderos muy bonitos (continente y contenido). También hay unas bonitas vistas de la ciudad y la bahía.






Nos quedamos en el Setup on Manners (hay otro Setup en la ciudad). Está muy bien situado y la cama es muy cómoda, aunque el espacio no sobra y nuestra habitación no tenía ventana al exterior. Tiene una pequeña cocina, pero no wifi gratuita. Saliendo del hotel el centro de la vida social está muy cerca, con una zona peatonal alrededor de la calle Cuba llena de sitios donde comprar/comer/beber algo. Tiene un ambiente agradable aunque no es muy grande.





Pasa algo parecido a lo que veríamos luego en Auckland, el resto de la ciudad son barrios residenciales. Bonitos, pero con poca cosa que ver o hacer. En el centro aparcar el complicado, todo lleno de zonas azules y otras restricciones. La ciudad es famosa por el viento, y por la noche pretendíamos dar una vuelta y cenar algo pero tuvimos que cambiar de plan porque se desató una tormenta de viento y agua a cubos en un minuto y tuvimos que encerrarnos en el hotel.

Por la mañana salimos hacia el norte por la SH1 que sigue la costa oeste con varios miradores con bonitas vistas. La idea era acercarnos a los volcanes del Parque Nacional Tongariro sin un plan muy claro. El volcán más grande, Mount Ruapehu, tiene dos estaciones de esquí, una en la ladera suroeste y otra en la noroeste. Subimos a las dos con unos paisajes preciosos y vistas a las tres cimas del volcán. Las dos carreteras acaban en un parking pero el último tramo lo hicimos con bastante nieve y hielo, mejor no subir tanto con un coche normal o sin experiencia. Desde allí también se tienen vistas estupendas de los otros dos, el Tongariro que da nombre al parque y el Ngauruhoe que tiene la clásica vista de cono perfecto que aparece en las ilustraciones de los libros.







Hicimos base dos días en el pueblo de Turangi, muy tranquilo. Nos recordaba a Cicely, el pueblo de Doctor en Alaska. Nos quedamos en el Motel Settlers, cómodo, con una terraza estupenda por bloque (‘unit’). La dueña, muy amable, nos dirigió a dos sitios que merecen visita obligada: la zona termal de Tokaanu, a unos 5 km, y el bar donde se juntan todos en el pueblo, Turangi Tavern. Comida abundante, bien hecha y no muy cara en un ambiente muy local y bastante maorí.

Al día siguiente desde Turangi fuimos a la zona termal de Rotorua, parando en dos sitios que merecen la visita (los dos pagando una entrada), pero antes cruzando un valle enorme con muy poca visibilidad por estar lleno de niebla. Niebla geotermal. El primero es Wai-O-Tapu Thermal Wonder, una colección de accidentes geológico-termales muy juntos que se ven desde pasarelas de madera. Si llegas antes de las 10:15 puedes ver el Lady Knox Geyser, con erupciones entre 10 y 20 metros provocadas por los empleados, que bloquean la salida con jabón (ecológico, dicen). Es un poco artificial pero curioso. El resto del parque tiene tres circuitos desde donde se pueden ver depósitos minerales de muchos colores, piscinas y riachuelos termales, zonas del terreno hundidas, y muchos otros accidentes que te hacen pensar todo el rato si sigues en el mismo planeta. Llegamos pronto, hicimos el recorrido sugerido al revés y no había mucha gente, un sitio agradable. También tiene una tienda con souvenirs con precios muy asequibles.








El segundo fue el Waimangu volcanic valley, una zona geológicamente muy joven (se creó por las explosión de un volcán en 1886) que tiene también cráteres con agua de varios colores (marrón, verde, azul), la piscina termal más grande del mundo y paseos agradables por debajo de helechos arbóreos gigantes. En este momento una parte del parque no se podía visitar porque un puente se había hundido. Es posible hacer tramos del recorrido de ida (que termina en un lago por el que se puede navegar) y vuelta en un autobús interno.




Después de esto nos fuimos al pueblo de Rotorua. Tiene varias cosas que visitar también pagando entrada, pero en vez de esto visitamos Lakefront Drive, Kuirau Park -un parque público que está lleno de accidente geotermales con vapor y burbujas de lodo por todas partes (en zonas acotadas y valladas)- y después a el barrio maorí de Ohiemutu en donde también se ve salir vapor y olor a azufre o huevo podridos por todas partes. Visitamos una iglesia y un cementerio en donde las tumbas no se entierran: si cavas encuentras agua a más de 80ºC.




De vuelta a Turangi (un camino largo, quizás hubiese sido mejor dormir más cerca) íbamos con la intención de probar las termas de Tokaanu, pero llegamos muy cansados.

Al día siguiente continuamos por la ruta SH1 (State Highway 1, al final la hicimos casi entera entre las dos islas) por Hamilton hacia Auckland. Afortunadamente llevábamos más de 5000km de experiencia con el coche conduciendo por la izquierda, porque la ciudad es muy grande (cerca de 2 millones el área metropolitana), muy extensa, y tiene unas autopistas interiores con mucho tráfico y complejas, del tipo de la M30 en Madrid.

Aprovechando que no teníamos que devolver el coche hasta el día siguiente fuimos a visitar varios cono volcánicos que son parques dentro de la ciudad como Mount Eden y One Tree Hill. Los dos muy recomendables y con vistas de toda la ciudad desde el Mar de Tasmania al Pacífico. También visitamos las playas del este en la zona de Mission Bay, desde donde vimos una increíble puesta de sol con el skyline del centro financiero de fondo.






La ciudad parece tomada por los chinos y nuestro alojamiento no era menos: gestionado por chinos, habitado por estudiantes chinos y con restaurante y supermercado chino en la base. Es una torre de apartamentos para estudiantes de 20 plantas con muy buena ubicación y precio, los apartamentos Empire. Las instalaciones, más que suficientes. Hasta acabamos cenando en el chino.

El centro de la ciudad, que incluye la zona financiera, el puerto y el campus, no es muy grande, se puede recorrer en un par de días (en buena forma, aquí también son todo cuestas). Nosotros callejeamos por la zona de Queen St, visitamos el puerto y la nueva zona de Vynyard, una antigua zona portuaria recuperada (y gentrificada).





En el segundo día (a la vuelta de Polinesia Francesa) visitamos el parque Auckland Domain, el jardín botánico y el Museo. Los dos últimos visita obligada. En el museo hay una planta de historia natural y una de la historia de la extensión humana por el pacífico, con objetos de muchas culturas incluyendo las canoas con las que cruzaban distancias enormes (con un par).









Al otro lado del parque está el barrio de Parnell con una zona de restaurante y tiendas muy bonita. También tiene una catedral y una iglesia anglicana casi juntas en donde se estaba celebrando un festival de música. La iglesia de St Mary es bastante grande, de madera, y hace unos años fue desplazada en bloque de un lado al otro de la calle.




El último día por la mañana volvimos al centro y a Vynyard y subimos a la Sky Tower, que tiene unas vistas espectaculares y para los más atrevidos un paseo exterior sin barandilla (con arnés) y un salto bungee. De vuelta paseamos por un sitio muy especial: el cementerio de Symond St en Grafton, con tumbas centenarias repartidas por un bosque en estado de semiabandono con una atmósfera muy especial, a lo Allan Poe.





El viaje a Polinesia Francesa

Aprovechando que está relativamente cerca (4 horas en avión) y para quitarnos el frío de NZ, nos fuimos cinco días a Polinesia Francesa: dos en Tahiti y tres en Mo’orea. Llegamos a Tahiti por la tarde noche, con tiempo justo de ir al hotel Royal Tahitien (bien equipado y muy bonito, aunque algo apartado).



Al día siguiente alquilamos un coche -volviendo al carril derecho, al embrague y a un coche pequeño- y recorrimos la isla entera. Al igual que luego en Mo'orea las gestiones las hizo muy amablamente el personal de recepción. La isla tiene forma de ocho, con una parte grande -Tahiti Nui- y una pequeña -Tahiti Iti- unidas por un pequeño istmo. Tahiti Nui está recorrida por una carretera perimetral, la única que existe.






La recorrimos en el sentido de las agujas del reloj empezando por la costa oeste y yendo desde el istmo a Teahupo’o, donde está una de las olas surfeables más grandes del mundo, aunque desde tierra no se puede ver más que de lejos.





Al otro lado del istmo hay otra carretera por la costa norte de Tahiti Iti, y después seguimos dando la vuelta parando en las cataratas de Vaiharuru y en una pequeña desembocadura de un río donde había un super para hacer unos bocatas en un entorno muy local y totalmente idílico en mitad de la nada.



Antes de acabar el recorrido por Pape’ete (que no es gran cosa), visitamos Venus Point, el lugar en el que el Capitán Cook estableció un fuerte y una base para observar el tránsito de Venus en 1769.




Por la mañana fuimos al ferry que cruza a Mo’orea (muy rápido, parece que vuelas por el aire que te da en la cubierta de proa). Cuando llegamos llovía, pero en el trayecto al hotel y poco más dejó de hacerlo. La previsión de lluvia los tres días no se cumplió y tuvimos buen tiempo.




Nos quedamos en el hotel Hibiscus, con una situación privilegiada en una laguna protegida por un arrecife para bucear y al lado de un pequeño pueblo con supermercado (las habitaciones tienen una pequeña cocina). Pero sobre todo al lado del descubrimiento de la isla: el remolque de comida A L’Heure du Sud, con una colección de ensaladas, sandwiches y demás platos espectacular a un precio muy contenido, con un ambiente informal y una gente extraordinariamente amable. Comimos aquí todos los días.



La laguna de Hauru Point es muy poco profunda, ideal para snorkel en donde se pueden ver corales, anémonas, pepinos de mar, peces de miles de colores, rayas y si tienes suerte tiburones. El hotel tiene equipos de snorkel en préstamo sin coste.






El último día que pasamos entero alquilamos un coche 4 horas para dar la vuelta a la isla (aquí también la única carretera es perimetral y tiene 60km). Visitamos varias iglesias, cuevas, playas y lo más llamativo, las dos bahías que miran al norte, la de Opunohu y la de Cook, que también se pueden ver desde un mirador interior, el Belvedere.









El perímetro está lleno de opciones de turismo de cualquier gama, desde campings muy sencillos hasta resorts de n estrellas. Lo que no abunda son playas de acceso público. Al día siguiente madrugón, ferry, avión a Auckland y después de dos noches más allí, camino de vuelta incluyendo uno de los vuelos más largos que existen: 18 horas de Auckland a Dubai en un Airbus A380.




Pero antes tuvimos premio de despedida: una noche despejada para ver las estrellas, la Vía Láctea y Venus reflejándose en el mar desde un lugar privilegiado sin apenas contaminación luminosa, el propio muellecito del hotel.






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