lunes, septiembre 02, 2024

La crónica de Zambia, Malawi y Mozambique

Esta crónica incluye algunas fotos del viaje en grupo que hicimos con Kananga en agosto de 2024. En su catálogo se llama 'La Reina de África'. Las galerías completas están aquí.

1 de agosto

Volamos a Lusaka, capital de Zambia, vía Estambul. Llegamos a la 1 de la mañana y hacemos la frontera; no hay que pagar visado. A la salida del aeropuerto nos recoge el que será nuestro guía Eric, un americano de Kansas que vive hace 20 años en Sevilla. Vamos directos al Sandy's Creations Resort y lo hacemos ya en el que será nuestro transporte y casa portátil durante las dos primeras semanas, un camión con una caja adaptada para llevar pasajeros y un campamento portátil. El trayecto es de unos 35 kilómetros, pero a esta hora no hay mucho tráfico.

2 de agosto

Nos despertamos sin mucha prisa y desayunamos en el hotel. Desde la piscina podemos ver varios árboles llenos de nidos de tejedores. Quedamos a las 12 para ir al centro comercial Makeni Mall, donde haremos algunas compras, comeremos y cambiaremos dinero. Lorena y yo cambiamos 70 USD; el cambio es 1 USD por 25-30 Kwachas de Zambia (la moneda de Malawi se llama igual). También se puede pagar la comida con tarjeta, al menos en este mall.

Por la noche en la cena tenemos nuestro primer briefing con Eric, que diariamente nos contará el plan para el día siguiente con instrucciones específicas. También viaja con el grupo Pablo, que está aprendiendo la ruta para guiar el grupo de septiembre y quizás alguno más. Somos en total 21 personas y tres más contando a la tripulación local.

3 de agosto

Salimos por carretera hacia el sur. Tenemos un trayecto de 140 kilómetros que hacemos en unas 5 horas. Empezamos a conocer las carreteras de Zambia, con un estado de conservación escaso, por decir algo; tenemos nuestra primera sesión de African Massage. También paramos a comprar carbón vegetal, a lo largo del trayecto hay muchos puestos improvisados para hacerlo. También se puede comprar verduras, frutas y hasta ladrillos hechos y cocidos allí mismo.

El paisaje es de bosque cerrado -deep bush- y de ahí sale la expresión que usaremos para ir al baño: ‘bushy-bushy’. Paramos en cualquier sitio sin población y con un arcén amplio, y nos separamos hombres y mujeres por lados distintos del deep bush.

Nuestro alojamiento de hoy es el Zambezi Breezes Lodge, donde dormiremos en el área de acampada en tiendas, en nuestro caso con un estupendo colchón. Hay una zona de baños comunes, una piscina, un bar, un embarcadero, y… restos de elefantes e hipopótamos, que se mueven por el campamento a sus anchas, sobre todo de noche. En particular algo parecido a un 'hipopótamo residente', con unas características marcas en sus patas que le valen su apodo: 'calcetines' (socks).

Tenemos nuestra primera charla de seguridad:

 - Antes de salir de la tienda hay que escuchar bien si tenemos algo alrededor.
 - Después asomar la cabeza por la cremallera y mirar con la linterna a ambos lados.
 - Finalmente salir y mirar detrás de la tienda también a ambos lados.
 - En los trayectos al baño o a donde sea no dejar de mirar a todos lados con la linterna.

Hoy descubriremos lo que es capaz de hacer nuestra tripulación -Norman, Kumalo y Misheck- para darnos de comer estupendamente con unos medios bastante justos. Lo hacemos a la sombra de un gran árbol y descansamos un poco antes de salir a navegar por el Zambeze en unas lanchas a motor.

En el trayecto tenemos un anticipo de lo que serán nuestros próximos dos días: cocodrilos, hipopótamos, elefantes e infinidad de aves. También en una ribera vemos un antílope jeroglífico -bushbuck-, muy difícil de ver. Vemos la puesta de sol en una isla de arena en medio del río con una nevera portátil haciendo de bar.

El briefing de la cena de hoy incluye un ‘taller de mochilas’ con las cosas que vamos a llevar encima los próximos dos días, en los que vamos a navegar en canoa por el Zambeze. Antes de venir nos han advertido de que traigamos un saco estanco. En mi caso traigo uno de 30 litros que hace las veces de equipaje de cabina en los vuelos y donde caben nuestros dos sacos de dormir, algo de ropa y las cámaras de fotos. Y para este trayecto, también el trípode.

4 de agosto

Después de desayunar tenemos de nuevo una charla sobre cómo remar en una canoa y sobre la seguridad en el río ante diferentes animales y situaciones. Para muchos es nuestra primera experiencia y una de las instrucciones es cuando menos curiosa:

 - Los hipopótamos son impredecibles y peligrosos. Si uno nos vuelca la canoa, lo más importante es mantener la calma.

Mantener la calma.

Bajamos al embarcadero y nos subimos a las canoas que serán nuestro medio de transporte por el río durante dos días. Son para dos o tres personas y en ellas llevamos también parte del material de acampada. Nos acompañará a una cierta distancia una lancha a motor por seguridad y cargando el resto.

Salimos con el guía principal de las canoas abriendo el grupo y los demás detrás. En las zonas donde puede haber hipopótamos va golpeando la canoa con el remo como quien llama a una puerta. En teoría debemos hacer una línea con una canoa de separación entre cada dos, pero la práctica es bastante diferente. Llevamos también varios aprendices de remeros. A nosotros nos toca uno de modo que vamos tres, aunque no tengo muy claro que su ayuda sea muy útil. Nosotros no hemos remado nunca, pero él tampoco parece que tenga mucha experiencia.

Entre los dos días vamos a navegar unos 40 kilómetros del río corriente abajo, de modo que no es necesario hacer demasiado esfuerzo. El guía va cambiando de ribera para esquivar los grupos de hipopótamos, a veces a toda velocidad; entre los dos días veremos cientos de ejemplares. También va evitando las zonas con calado muy escaso, el río va muy bajo de caudal. El tramo que navegamos está aguas abajo del lago Kariba, una de las presas más grandes de este río y del continente en general.

Cada cierto tiempo paramos a descansar y para ‘bushy-bushy’. Y lo hacemos a veces en playas donde hay cocodrilos, que huyen cuando nos acercamos. A mediodía paramos para comer y dormir la siesta evitando las horas de sol más duras. Estamos muy cerca del ecuador -15º sur- y a mediodía el sol nos fríe, mucho más navegando.

Casi a la puesta de sol llegamos a la isla de arena en medio del cauce donde vamos a montar nuestro primer campamento, de nuevo expulsando a un par de cocodrilos. El río es la frontera natural entre Zimbabwe y Zambia y no sabemos muy bien a qué país pertenece la isla. Hacemos un semicírculo de cara a la orilla con las tiendas. Hay luna nueva y podemos ver un cielo estrellado espectacular, con la Vía Láctea, Escorpio y Sagitario en el cénit, y un poco más abajo alfa y beta-Centauri y la Cruz del Sur.

5 de agosto

Nos levantamos con el sol, desmontamos las tiendas y desayunamos. El campamento está rodeado de restos de hipopótamos, que han salido por la noche a comer hierba, que abunda en la isla. No son rumiantes, así que de los 200 kilos que ingieren al día poco más del 5% es nutritivo. Lo demás lo tenemos alrededor de las tiendas y las canoas.

Salimos de nuevo río abajo con la sensación de que remamos mejor y nos desplazamos más rápido. Nos estamos acercando a dos parques nacionales, Mana Pools en la orilla de Zimbabwe, y Lower Zambezi del lado de Zambia. Hoy vemos varias manadas de elefantes en las riberas. Un grupo de machos nos hace salir de forma apresurada de donde paramos a comer; vienen a beber aquí porque unos pescadores los han echado de donde estaban. Así que hoy no hay siesta.

Llegamos un poco más temprano que ayer a la isla donde montaremos el campamento, que está un poco más elevada sobre el nivel del río. Hay una zona de mucha vegetación y llena de aves. En la orilla de Zimbabwe vemos más elefantes, antílopes y babuinos.

Cenamos, montan un fuego de campamento y hacemos una foto de grupo con la Cruz del Sur de fondo y escribiendo ‘Zambia’ con una linterna y la técnica del light painting.

6 de agosto

Madrugamos, recogemos el campamento y volvemos al punto de partida en una lancha rápida. Será casi la única vez que usemos la ropa de abrigo, pero esta vez hace mucha falta.

Hoy es un día de transición. Vamos a cruzar el país de sur a norte. Sólo hay dos carreteras principales y las dos cruzan Lusaka, así que tenemos que volver por la capital y cruzarla en un momento de tráfico intenso. Hacemos una parada para comer en el Eureka Campsite a las afueras, que también es una pequeña reserva de fauna salvaje.

Vamos en dirección a Petauke, a unos 400 kilómetros de Lusaka por una carretera con muchos tramos de montaña. Es el trayecto más largo del viaje y por carreteras malas. A unos 100 kilómetros del destino se estropea el camión. Hay algún problema con la bomba de aceite que hace que el cambio no funcione. Eric y la tripulación ponen en marcha varios planes B alternativos y complementarios:

 - Averigua el horario del autobús público que hace este mismo trayecto, está a punto de pasar.
 - Contacta con el hotel y contrata dos furgonetas (los míticos matatus).
 - Localizan y contratan a un mecánico para reparar la avería.
 - Abren el motor, localizan una fuga de aceite e intentan repararla con cinta y bridas.

Al final el camión es capaz de andar un poco y avanzamos hasta que nos recogen las furgonetas. Llegamos a la una de la mañana al Hotel Chimwemwe, donde nos han esperado para darnos de cenar y dormimos en chalets bastante bien equipados.

7 de agosto

Madrugamos para salir en dirección al destino de hoy, el Parque Nacional South Luangwa. Vamos en los mismos matatus de ayer y nos vamos a quedar tres noches en el Wildlife Camp, que es el tiempo que tendrán para arreglar el camión. A medio camino hacemos una parada rápida en una cadena de comida rápida -Hungry Lion- al lado de una gasolinera. Comemos el mismo menú todos para ahorrar tiempo, en palabras de Eric ‘esto no es una ruta gastronómica y el camping está a tomar por saco’ (léase con acento americano y un deje parecido a los Morancos).

Con los matatus vamos más rápido que con el camión pero aún así tenemos un trayecto de unas cuatro horas, y en Kakumbi, casi llegando al parque, el nuestro se para con un problema eléctrico. Esta vez la solución es sencilla, el segundo matatu hace dos viajes y la única consecuencia es que saldremos media hora tarde a la actividad de hoy. Aunque antes intentan arrancarlo con otra batería y en lugar de pinzas utilizan llaves de tuercas a modo de cables.

Una vez en el camping, dejamos las cosas de forma apresurada y salimos a hacer un game drive diurno hasta la puesta de sol, una parada, y después un game drive nocturno. Es uno de los pocos parques en el continente donde está permitido hacer esto.

Para entrar en el parque se cruza el río Luangwa, afluente del Zambeze. El parque tiene 9000 km2 pero la parte que visitamos es pequeña. Hoy vemos elefantes, antílopes de agua, facoceros, babuinos, cebras, búfalos y muchas aves, entre ellas ibis sagrados y un jabirú africano, una especie de cigüeña con el pico muy colorido.

Después de una parada para tomar un refresco -una sidra Savanna- y unas palomitas, iniciamos el safari nocturno donde el copiloto coge un foco y recorremos el parque de noche aunque hoy no veremos apenas nada. Una liebre, unas jirafas a lo lejos y poco más.

Salimos del parque un poco más tarde de lo permitido, cenamos y nos instalamos. Lorena y yo tenemos un bungalow -o chalet como lo llaman ellos- que pagamos como upgrade las tres noches. Está alejado del campamento principal y no se puede ir andando allí salvo de día por seguridad: una de las noches veremos un leopardo desde el jeep.

8 de agosto

Salimos del bungalow a esperar al jeep que nos llevará al campamento principal. Lo hacemos siguiendo las instrucciones de seguridad y bingo: detrás tenemos un grupo de elefantes que cruza al río. Nuestro camión ya ha llegado, desayunamos y salimos para la actividad de la mañana: un safari a pie -game walk-.

Entramos en el parque en 4x4 y paramos para seguir andando. Vamos acompañados por un guarda del parque y un ranger armado. Esta vez no lleva un AK47 como vimos en Uganda sino un rifle de gran potencia con munición capaz de abatir un elefante.

Vemos cebras, jirafas, varios tipos de antílopes, muchas aves, y tenemos un curso intensivo para reconocer los excrementos de los diferentes habitantes del parque. La más curiosa es la de las impalas: cada grupo familiar usa el mismo sitio y el macho dominante es capaz de reconocer por el olor de los restos a las diferentes hembras y saber si están en celo. Eric lo llama el Tinder de las impalas.

Descansamos un poco a mediodía y comemos con nuestro camión y tripulación ya a pleno rendimiento. En el camping hay una zona artificialmente inundada -water hole- y separada del campamento por un muro con rejas en dos niveles a modo de hide para ver de cerca fauna. Estoy un rato con Pablo viendo pájaros y algún impala despistado. Poco antes de llegar se han ido unos elefantes.

Por la tarde repetimos la actividad de ayer, game drive diurno y nocturno. Casi a la entrada vemos un águila coronada africana, una de las más poderosas que hay, capaz de cazar pequeños monos y antílopes con unas garras poderosísimas. Más adelante una gran charca cubierta de una planta acuática llamada lechuga de agua o col del Nilo. En ella hay un grupo de elefantes y algún hipopótamo.

Poco después vemos un leopardo esperando la hora de salir a por la cena. No parece asustarse del par de todoterrenos que estamos allí y nos quedamos un buen rato esperando a que se mueva. El safari nocturno tampoco tiene mucho éxito más allá de una situación comprometida en la que cortamos el paso de un grupo de hipopótamos dejando atrás a uno casi recién nacido.

9 de agosto

La actividad de la mañana de hoy no es en el parque, aunque hay quien sí va allí como opción. Vamos a ver una aldea haciendo turismo comunitario. Antes de llegar paramos en una tienda y Eric compra comida para llevar, entre otras cosas sacos de 25 kilos de harina de maíz. Nos enseñan el pueblo, la forma de vida -pozos, casas, huerta- y después una demostración de cantos y bailes en los que nos animan a participar. Casi al final entregamos los sacos. Está siendo un año muy seco, las cosechas han sido muy pobres y toda ayuda es bien recibida. Aunque la aldea está al lado del parque, el turismo no da trabajo a todos.

De vuelta al campamento paramos en una fábrica de telas estampadas. Tenemos tiempo libre después de comer. Vamos y volvemos del chalet andando por la orilla del río, donde hay un grupo de facoceros que huyen al acercarnos.

Por la tarde tenemos nuestra última visita -de nuevo diurna y nocturna- al parque. Esta vez sí que localizamos leones, que están tirados en el suelo sin ninguna actividad. Cuando comen suficiente pueden estar dos o tres días así, y aunque no sea el caso aún no es la hora de salir a cazar. Uno de ellos tiene clavada la espina de un puercoespín.

El safari nocturno sí tiene éxito y podemos ver a un leopardo acechando a un grupo de impalas.

10 de agosto

Madrugamos, recogemos el campamento, desayunamos y salimos camino de la frontera con Malawi.

Antes hacemos una parada para compras en un pueblo grande -Chipata-, y aprovechamos el tiempo para dar una vuelta y ver el mercado local.

Las fronteras terrestres en África siempre son complejas, aunque esta vez al menos hay un edificio moderno y grande. Antes de entrar sube al autobús un cambista que conoce Eric y cambiamos Kwachas de Malawi -1700 por USD-.

El proceso de salida de Zambia es sencillo, pero la entrada en Malawi es tediosa. Entregamos todos los pasaportes, cubrimos un papel y pagamos 50 USD por persona. Los trámites no son complicados -nosotros en realidad no hacemos nada-, pero se toman su tiempo. Mientras esperamos comemos un picnic que nos ha preparado la tripulación.

Una vez recogidos los pasaportes con el visado, seguimos camino hacia la capital, Lilongwe. El trayecto total de hoy es algo menos de 300 kilómetros. Las carreteras parece que están algo mejor que las de Zambia, pero el bushy-bushy se complica. La densidad de población de Malawi es diez veces mayor y el camino es una sucesión sin interrupciones de aldeas una detrás de otra.

Llegamos tarde al hotel pero nos están esperando con la cena preparada, un buffet libre de comida india como el propio sitio y su personal. No es gran cosa y las habitaciones tampoco, pero no parece que haya muchas más alternativas.

11 de agosto

Hoy tenemos un trayecto en teoría corto. Iremos por una carretera hacia la costa del lago Malawi hasta Nkhotakota, descrito por David Livingstone como el infierno en la tierra, y desde allí en dirección norte. Pero nos encontramos que la carretera está en obras y apenas hay tramos asfaltados, debiendo salir a pistas provisionales de tierra aún peores. Por lo visto el año que viene hay celebraciones y el presidente quiere tener todo en buenas condiciones o algo así.

Nuestro destino es un alojamiento cuando menos curioso. Kachere Castle cerca de Nkhata Bay es un hotel con almenas y con forma en planta parecida a una U alrededor de una piscina y mirando a una playa en el lago. La piscina tiene taburetes de bar dentro y las habitaciones son magníficas. La parte abierta al lago la tapa en parte un gran mango con los frutos aún verdes. Es sin duda un sitio estupendo para descansar. Nos dicen que no nos bañemos en el lago porque hay un cocodrilo. No es habitual porque los cazan, pero este ha llegado por algún río y aún no lo han conseguido.

Cenamos los 24 juntos -viajeros, guías y tripulación local- unos platos muy elaborados en un ambiente muy relajado. Además mañana apenas hay trayecto y no se madruga, aunque hay que hacer de nuevo taller de mochilas.

12 de agosto

Desayunamos, nos damos otro baño en la piscina y tranquilamente salimos hacia Nkhata Bay. Hoy empieza una parte del viaje que puede ser estresante; vamos a navegar un día y dos noches en el MV Ilala.

Malawi es una franja de terreno no muy ancha paralela al lago del mismo nombre. Los desplazamientos por tierra son difíciles, así que la alternativa natural es navegar. El MV Ilala fue construido en Escocia y desmantelado y trasladado por piezas al lago, empezando a funcionar en 1951. Transporta pasajeros -hasta 360 en teoría- y carga -hasta 100 toneladas-. Como curiosidad, en la Wikipedia hay una referencia al barco que lo sustituirá… en una noticia de 2015.

La hora estimada de llegada al puerto son las 4, pero no son raros retrasos de 8, 12 y hasta 24 horas. El barco recorre el lago de norte a sur y vuelta cada semana. Sabiendo del retraso, vamos a dar una vuelta al pueblo. Después, en lugar de esperar en el muelle, donde hay docenas de personas, lo hacemos en el otro lado de la bahía, en la terraza de un hotel restaurante. Cenamos poniéndose el sol y al cabo de un rato lo vemos llegar, aunque el proceso de carga y descarga llevará casi un par de horas.

Desde nuestro puesto de vigilancia iremos en una lancha a motor, aunque Eric ha hecho ya un viaje previo con las colchonetas. Y no vamos a subir al barco, vamos a abordarlo, por el lado contrario al muelle. Atravesamos alguna lancha abarloada entre la nuestra y el Ilala, subimos una pequeña escala y por pasillos y escaleras llegamos a la cubierta de arriba tratando de no pisar a nadie y esquivando cajas y sacos. Parece una operación militar. Sólo nos falta pintarnos la cara de camuflaje.

La cubierta de abajo es la clase popular y hay gente durmiendo por todas partes. En la siguiente -first class o algo así- están los escasos camarotes, la cocina y el comedor. Arriba de todo está el bar y la cubierta al aire libre donde dormiremos. Subimos las colchonetas desde el camarote de Eric -que hace las veces de consigna o taquilla- y ocupamos casi todo el espacio disponible para dormir agrupados y en sacos. Poco después llegan dos o tres extranjeros despistados más y zarpamos. La primera noche la pasamos escuchando a los borrachos del bar y a la tripulación echándolos a las cubiertas inferiores.

13 de agosto

Seguimos navegando en dirección sur. En todo el trayecto del barco a lo largo del lago apenas dos paradas tienen muelle. En el resto el barco fondea y sus dos lanchas de servicio y una decena de cayucos desde cada localidad trasladan personas y carga. Desayunamos en el comedor, que es bastante justo para nosotros y además tiene una mesa reservada para el capitán. Cruzamos el lago hacia la orilla de Mozambique; pegadas a ella hay dos pequeñas islas que son territorio de Malawi.

El barco tiene una parada en la isla de Likoma, y aprovechando el tiempo de carga y descarga desembarcamos con una lancha para visitarla. Al igual que el resto del país está muy poblada.

Vamos a ver el pueblo con un guía local, pero la visita principal es a una catedral neogótica. Cuando lo escuchamos levantamos una ceja. ¿Catedral neogótica? Después nos impresionamos al verla. La Catedral de San Pedro -anglicana- fue construída a lo largo de 8 años a comienzos del siglo XX con piedras, ladrillos y otros materiales importados. Tiene la estructura clásica de una nave central en cruz y dos laterales menores además de otra pequeña capilla alargada por detrás del altar mayor. También tiene vidrieras de colores y en un lateral una especie de claustro. En el extremo que mira al lago hay una estatua de San Pedro. Tiene capacidad para cuatro mil personas.

Después de la visita paramos a la sombra de un bar -es mediodía y está cayendo a plomo el sol-, y a continuación volvemos al muelle donde nos despedimos de nuestro guía local en la isla.

Volvemos al barco en una de las lanchas de servicio, con capacidad para 22 personas y donde pasamos de largo de 30. Vamos con la borda a menos de un palmo del agua, pero no pasa nada.

Abordamos de nuevo, comemos y tratamos de refugiarnos del sol hasta que baja un poco. Montamos de nuevo el campamento de colchonetas y cenamos -otra vez pollo- mientras unos pocos lo vigilan. Esta noche será más tranquila.

14 de agosto

Antes de amanecer y sin levantarnos podemos ver Orión y parte del hexágono de invierno, aunque invertidos respecto de cómo lo vemos en España.

Después de desayunar tenemos la operación de desembarco en nuestro destino final, Senga Bay. No hay muelle así que vamos en una de las lanchas de servicio, y además no pueden acercarse a la orilla porque no hay calado suficiente. Toca mojarse, cargar la mochila y una colchoneta en la cabeza. Otra operación militar.

Subiendo una cuesta nos está esperando la tripulación con el camión, con los que seguimos camino al Kambiri Beach Resort, un sitio enorme con docenas de habitaciones en varios pabellones, piscina y playa al lago -esta vez sin cocodrilo-. Hay varias actividades opcionales como hacer snorkel y visitar granjas de cocodrilos y una piscifactoría, pero Lorena y yo elegimos descansar. Piscina, comida, siesta y cena. No es un mal plan después de dos días intensos en el Ilala.

El motto de la ruta podría ser el de los Navy Seals -the only easy day was yesterday-, pero a lo largo de muchos años Eric la ha ido mejorando con pequeños tweaks que sirven entre otras cosas para tener buenos descansos en días estratégicos. Vamos, que la Reina de África aprieta pero no ahoga.

15 de agosto

Seguimos hacia el sur en dirección al Parque Nacional Liwonde, uno de los pocos de Malawi. No es muy grande, tiene algunas especies reintroducidas y está vallado para evitar los encontronazos entre la fauna y las poblaciones locales, que aún así suceden.

Nuestro alojamiento es el Liwonde Safari Camp y está dentro del parque, de modo que las normas de seguridad están otra vez en vigor. Aquí también es posible un upgrade y en lugar de en tiendas dormimos en una cama con mosquitera en un pequeño albergue de seis plazas. Tiene una plataforma elevada desde donde se puede ver fauna, nos hartamos de ver antílopes de agua -waterbucks-. Todo está decorado de forma bastante original, y las instalaciones están muy bien, con unas duchas amplísimas a cielo abierto.

Comemos y salimos a hacer nuestro primer game drive; aquí no está permitido el nocturno. El paisaje es en parte similar a South Luangwa, con bosque bastante cerrado y zonas de arbustos -mopanes-. Pero uno de los límites del parque es el río Shire -que nace en el lago Malawi y desemboca en el Zambeze- y esa zona es más pantanosa, tanto más este año en el que hay más zonas inundadas.

Vemos facoceros, impalas, calaos, garzas, hipopótamos, waterbucks, elefantes, un curioso avemartillo, gallinas de Guinea, kudus, otro antílope jeroglífico y finalmente leones; en el parque hay cuatro grupos familiares cada uno con su macho dominante.

16 de agosto

Nos levantamos sin mucha prisa -pole pole- y nos dividimos en dos grupos. Lorena y yo vamos en el que hace un safari acuático en una pequeña lancha a motor. Vemos hipopótamos, elefantes y sobre todo muchas aves: dos especies de martín pescador -malaquita y pío-, cormoranes, garcillas bueyeras, jacanas, ibis negros y otras que no identifico.

Volvemos antes de comer y nos instalamos un rato en la terraza de observación. Hay una manada enorme de antílopes de agua con un jeroglífico macho despistado y finalmente elefantes.

Por la tarde hacemos el último game drive del parque -y del viaje- y vemos un antílope sable de refilón, más pájaros -abejarucos y halciones- y de nuevo el grupo familiar de leones de ayer. Hay una hembra jugando y amamantando a tres cachorros que de vez en cuando van a darle la lata a su padre, que no tiene tanta paciencia. Además en las fotos de Pablo se ve que le falta un colmillo y parece reciente, lo que no le augura un futuro muy bueno. El parque es pequeño y no tiene la densidad de fauna de otros como el Ngorongoro, pero en esta escena nos pasa algo nuevo para nosotros: no sólo vemos a los cachorros, los escuchamos. Sólo estamos dos vehículos, el silencio es sepulcral y podemos oír como se pelean y como juegan con su madre, algo impensable en otros parques masificados.

En el briefing de la cena toca otra vez susto o muerte. Según Eric en este viaje hay tres horas para levantarse: temprano, muy temprano, y absurdamente temprano. Mañana toca a las 3am. Hay que hacer frontera y los trámites en Mozambique pueden demorarse de manera imprevisible hasta hacerse interminables. La idea es estar allí cuando abren, a las 6am.

17 de agosto

Nos levantamos absurdamente temprano, desayunamos y tiramos hacia la frontera, que no está lejos, en Chiponde. Esta vez no hay un gran edificio, sino primero una caseta mínima donde un soldado nos hacen una foto del pasaporte con el móvil -y a nosotros nos pregunta por el Deportivo-, y caminando un poco otro pequeño edificio con un mostrador en el que entramos por turnos. Cambiamos el inglés por el portugués.

Una de las incertidumbres es la cantidad a pagar por el visado, que oscila entre cero y 75 dólares. Finalmente acabamos pagando 15. Vamos entrando de uno en uno para que nos registren en el sistema con una foto. Cuando sólo faltamos 4 se quedan sin electricidad -en los tres países esto es muy frecuente-, y aunque pensábamos que íbamos a estar aquí una eternidad de forma sorprendente salimos todos en un tiempo record con nuestro pasaporte sellado y el recibo de haber pagado las tasas, que debemos conservar.

Muy poco después de la frontera paramos en una pequeña población donde Eric conoce a un portugués que tiene una gasolinera con restaurante donde vamos a comer unos lunch boxes y cambiar dinero. El metical mozambicano está a 65 por dólar. No cabemos todos dentro para comer, y fuera hay muchos niños de la calle -meninos da rua-. La escena es un poco obscena. El lunch box es muy abundante -pollo, patatas fritas y arroz- y muchos les damos una gran parte a los niños, mientras los empleados de la gasolinera intentan echarlos.

Las carreteras en adelante están llenas de controles de policía y militares cada muy pocos kilómetros. Esto también genera incertidumbre porque nunca se sabe lo que va a suceder. Mi experiencia en el año 2013 aquí es que la corrupción estaba muy extendida, pero ahora parece que no es así, o no tanto. En uno de ellos el militar que nos revisa los pasaportes nos pide incluso hacerse unas fotos con nosotros.

Lo que sí está mejor es el asfalto de las carreteras, llegando a haber incluso carriles lentos para camiones en las subidas pronunciadas. Nuestro destino es Lichinga, un pueblo desangelado con un hotel bastante feo que lo único que tiene de interesante es un aeropuerto para evitarnos un trayecto muy largo hasta la costa.

Las habitaciones del hotel Montebelo son correctas aunque un poco impersonales. Eso sí, parecen un campo de fútbol. Cada una tiene más superficie que la que ocupamos para dormir todos en la cubierta del Ilala.

Hoy tenemos una cena especial: nos despedimos del camión y sobre todo de la tripulación que nos ha traído hasta aquí. También es el momento de los discursos y de agradecerles su trabajo, casi 24/7 preocupados por nosotros durante 17 días. La cena es un buffet libre y hoy me atrevo con el picante local, el infame piri-piri. Pongo un poco en un plato de arroz y a partir de ahí ya no tengo sentido del gusto. La sensación no es de picor sino de dolor, aunque en una media hora desaparece. Primera y última vez.

18 de agosto

Madrugamos para ir al aeropuerto pero cuando llegamos está cerrado. El primer vuelo es el nuestro y se va a retrasar al menos tres horas. El avión viene de Maputo con escala en Nampula -que es a donde vamos nosotros- y aún no ha salido. La tripulación comienza su camino de vuelta a Zimbabwe de cuatro días. Finalmente volamos y por la ventanilla vemos una geología muy particular casi todo el camino, con una gran llanura salpicada de unos domos de granito enormes.

Desde Nampula vamos a ir a nuestro destino final, Ilha de Moçambique, en dos matatus con remolque para las maletas. Es nuestro penúltimo trayecto de ir apretados y con african massage, aunque esta vez sólo son tres horas.

Ilha de Moçambique es una ciudad insular en una gran bahía a la que se accede por un puente de tres kilómetros, los mismos que tiene de largo la isla. Da nombre al país, fue su primera capital y es Patrimonio Mundial de la Unesco.

Nos alojamos en el Hotel Boutique Feitoría, un edificio colonial restaurado con un gusto exquisito con unas habitaciones estupendas, una piscina desde donde se puede ver el mar -más o menos- y un buen restaurante. También probablemente la mejor ducha desde que llegamos al continente.

Llegamos tarde pero Eric ha reservado para cenar casi fuera de horario un sitio -O Escondidinho- donde dan unas pizzas estupendas a precio occidental, como casi todo en la isla.

19 de agosto

Hoy dejamos las habitaciones después del desayuno. El equipaje grande se queda en una consigna y salimos de nuevo con unas pocas cosas en la bolsa estanca.

Vamos a pasar un par de días y sus noches en una isla deshabitada también en la bahía. La actividad principal es la observación de ballenas. En esta época del año hay muchos ejemplares de ballena jorobada en esta costa, a donde vienen a criar huyendo del invierno de la Antártida (más al sur también hay ballenas francas australes). Salimos andando en dirección al muelle y paramos en las oficinas de la empresa que nos hará el tour y la acampada: Ilha Blue. Tenemos una nueva charla de seguridad y sobre todo de cómo acercarse a las ballenas de manera responsable.

Después vamos al muelle y embarcamos en dos dhow, la embarcación de origen árabe y vela triangular típica de toda la costa swahili. Nosotros vamos en el más pequeño. Con los chalecos bien cinchados salimos hacia mar abierto. Y sí que vemos ballenas, pero casi siempre muy lejos. Además hay bastante mar y hacer fotos con lo que se está meneando el barco es todo un reto.

Después de un buen rato de navegación vamos a la isla en la que acamparemos. Inicialmente iba ser Goa, en el centro de la bahía y con un característico faro como única edificación, pero las condiciones de mar no favorecen el desembarco y vamos a Sete Paus, que además cuenta con unas instalaciones semi permanentes con una especie de cocina, un area bajo techo que hace de comedor, y baños; una mejora importante respecto de Goa.

Lorena y una buena parte del grupo llegan mareados del trayecto. A partir de mañana, a traficar con biodramina. Desembarcamos en la playa mojándonos, pero ya somos casi marines después de navegar por el Zambeze y por el lago Malawi.

En la isla quien corta el bacalao -y la comida- es una mama africana, Atija, capaz de hacer unas comidas estupendas con pocos medios y sobre todo un café swahili muy especiado que dicen está increíble (yo no puedo tomar). Después de bañarnos en el Índico con una temperatura fantástica y descansar un rato nos vamos al extremo de la isla a ver la puesta de sol. También en el lado contrario la salida de la luna, que hoy está llena.

La isla entera es coralina, como las demás, y caminar por ella no es sencillo. Sin embargo uno de la tripulación local lleva un arcón de madera enorme en la cabeza. Cuando llegamos a destino descubrimos su contenido: es un mueble bar para preparar cócteles, con medidores y todo lo necesario para hacer unos Blue Lagoon, con vodka, curaçao, sprite y hierbabuena.

La cena de hoy es muy especial: hay atún, pez piedra, sepia y cava-cava, una especie de langosta pequeña parecida a los santiaguiños.

20 de agosto

A este campamento no hemos tenido que traer los sacos de dormir: tenemos la cama hecha con un colchoncillo, sábanas, almohada y manta en las tiendas. Tampoco despertador, por el campamento campan a sus anchas pavos comunes, pavos reales y algún gallo. Nos cuentan que los mandó traer el presidente de la república, propietario de la isla.

Nos despiertan montando un escándalo tremendo y ya casi está el desayuno, con el café swahili, macedonia de fruta fresca, yogurt casero, cereales y miel en una botella de Ballantines, además de huevos, bacon, tostadas y un montón de cosas más por las que Robinson Crusoe habría matado en una isla desierta como esta.

Salimos de nuevo a navegar, pero la marea está muy baja y toca caminar y mojar el bañador hasta donde hay calado para los barcos. Por el camino vemos infinidad de estrellas de mar de muchos colores.

El primer sitio que vamos a visitar es un naufragio de hace un siglo para hacer snorkel. El mar está bastante agitado y no nos animamos todos. Tampoco es fácil hacer fotos, sobre todo si pierdes las aletas como yo. El casco está partido, con la popa fuera y los otros pecios colonizados completamente por corales. Hay cientos de peces de colores.

Después de una inmersión breve seguimos a motor rumbo a la isla de Goa, donde visitaremos el faro, comeremos y echaremos una siesta en alguna de las escasas sombras que tiene. Desde la terraza del faro vemos a lo lejos saltar a las ballenas.

Para volver a los barcos la playa donde desembarcamos ya no es una opción y seguimos la costa hasta una bahía minúscula con una apertura muy estrecha donde apenas caben los dhows.

De camino a Sete Paus hacemos una nueva navegación a mar abierto para intentar ver de nuevo las ballenas con poco éxito. Ya en la isla nos damos un último baño viendo casi la puesta de sol.

21 de agosto

Recogemos las cosas y volvemos a Ilha de Moçambique, pero antes hacemos un último intento de avistamiento. El barco grande tiene más motor, va por delante y sí consigue acercarse a verlas algo mejor. Nosotros tenemos que conformarnos con ver salpicaduras y poco más desde lejos. Además está entrando agua contínuamente así que no es momento de sacar la cámara.

Llegamos a media mañana al muelle de la isla navegando el tramo final a vela. Es increíble la cantidad de maniobras que pueden hacer los dhow con una única vela y lo rápido que pueden ir con viento de popa. Antes de llegar rodeamos por fuera uno de los emblemas de la isla, la fortaleza de São Sebastião.

Volvemos al hotel Feitoría, recuperamos las mochilas y nos instalamos en la misma habitación. Toca descanso, colada y un poco de piscina. Todo pole pole. Comemos y cenamos en el propio hotel.

22 de agosto

Hoy quien quiera puede ir en un tour organizado por Sam, un guía local conocido por Eric, y eso hacemos nosotros. La isla está dividida en dos partes, Cidade de Pedra, la parte monumental y donde están las edificaciones coloniales, y Cidade de Macuti, llamada así por las hojas de cocotero con las que construyen en parte las casas.

Empezamos por la Cidade de Pedra, donde está el hotel y visitamos el Palacio de los Capitanes Generales, convertido en museo con impresionante mobiliario y pinturas de la época colonial. Fue construido por los jesuitas, reconstruido después de un incendio, convertido en casa del gobernador cuando fueron expulsados y finalmente pasó a ser museo por orden de Samora Machel, el líder del movimiento revolucionario que terminó echando a los portugueses en 1975.

Después visitamos la fortaleza de São Sebastião, un impresionante edificio militar del s.XVI con varios bastiones para proteger la isla, que fue atacada repetidamente, fundamentalmente por los holandeses. Tiene tres aljibes de agua dulce, los únicos de la isla, y sus tejados han sido rehabilitados hace poco para que no se pierda nada del agua de lluvia. Es considerada como el edificio más representativo de la arquitectura militar portuguesa en África oriental.

En su exterior puede verse la capilla de Nuestra Señora del Baluarte, de estilo manuelino pero que por su estado de conservación ahora no se puede visitar.

Siguiendo por Cidade de Pedra vemos la fachada del antiguo hospital, destruido por el ciclón que arrasó la isla en 2016 y un templo hindú que no es más que una habitación blanca con dos o tres altares pequeñitos con ídolos -Ganesha, Hanuman, Vishnu- en la casa de un paisano que apenas habla ni portugués ni inglés.

Después visitamos Cidade de Macuti, la mitad popular donde viven la mayor parte de los habitantes de la isla. Tiene siete barrios, cada uno dos mezquitas -para hombres y para mujeres-, y su característica principal es que está varios metros por debajo del nivel general de la isla, ya que aquí se excavaron las piedras con las que se construyó la otra parte de la ciudad. Son viviendas muy humildes, hechas casi todas de hojas de coco y algún tipo de mortero. El guía nos muestra orgulloso la suya, que ya es de cemento, aunque no deja de ser una infravivienda.

En las playas de esta parte de la isla vemos llegar los barcos con la pesca del día. A lo largo de las navegaciones de estos días hemos visto a docenas de pescadores en unas canoas mínimas navegando a veces con una mini vela y olas de casi dos metros.

De vuelta del tour Sam también nos cambia un poco más de dinero en meticais y nos vamos a comer al Escondidinho, donde nos encontramos a Pablo, que está alojado aquí y no en el Feitoría.

Volvemos al hotel a descansar y bañarnos en la piscina, vemos el atardecer desde su terraza y vamos a cenar a uno de los sitios más especiales de la isla: el restaurante Reliquias. Nos tropezamos otra vez con Pablo, una amiga suya que coincide que está aquí en un proyecto de cooperación y con dos personas más que hasta un buen rato después no nos damos cuenta de que son Olga y Esteban, de nuestro grupo. Pero hoy todos cenamos separados buscando algo de intimidad después de tres semanas de una mezcla de Supervivientes y Gran Hermano. Yo me tomo una langosta estupenda y una Manica, mi cerveza del año, sólo una.

23 de agosto

Nos levantamos pole pole. A pesar de no poner el despertador nos despertamos con el sol y vamos apareciendo medio dormidos penando por un café y después si eso ya un buen desayuno.

Tenemos que hacer check out de la habitación a las 10 y nuestro transporte al aeropuerto sale a las tres, así que tenemos la mañana -y las horas de sol más duro- para recorrer por última vez la isla. Nosotros nos vamos a la otra punta y cruzamos el puente al continente. Se puede hacer en moto de paquete, pero vamos andando, lo que nos permite ver una marea de gente mariscando -sobre todo mujeres- con el colorido tan espectacular de esta parte del mundo.

En el extremo del continente hay una población relativamente reciente, a donde se mudó mucha parte de la población de la isla tras el ciclón de 2016 y otros posteriores. En una playa nos tropezamos con Pablo y a Miriam, su amiga cooperante rodeada de niños. Está en una estancia de poco más de un mes en el que se construirá una pequeña escuela. Un proyecto muy voluntarioso pero que me genera dudas sobre su impacto real una vez se vaya. Los niños la adoran y bailan con ella la Macarena.

Comemos de nuevo en el hotel y a la hora pactada nos recogen los matatus, con los que volvemos al aeropuerto de Nampula donde para variar nuestro vuelo con Linhas Aéreas de Moçambique sale con retraso. Cenamos un lunch box de forma apresurada y salimos ya de noche para Maputo, la última etapa de nuestro viaje.

Llegamos pasada la medianoche al hotel Southern Sun, uno de los más lujosos, recogemos la llave y a dormir.

24 de agosto

Nos despertamos sobre las nueve -todo un lujo-, bajamos a desayunar a un buffet super abundante y salimos de tour por la ciudad con Eric haciendo de guía local. Vamos primero al centro en varios taxis, sorprendentemente caros (unos diez euros por un recorrido relativamente corto). Visitamos la estación de tren con su museo que es una de las más bonitas en algunas listas de las que hacen algunas revistas de viaje. Después otras plazas con estatuas de Samora Machel y el mercado central de frutas y otros frescos. También una pequeña fortaleza colonial, una casa diseñada por Eiffel, la catedral y el centro cultural franco-mozambicano, donde tomamos algo en la terraza. En un parque cercano vemos varias especies de árboles y colgando de ellos racimos de murciélagos. No son tan grandes como los de Indonesia o Maldivas, pero sí mucho más que los que vemos en España.

Después hacemos otro trayecto en taxis para ir a un mercado de artesanía, donde hay muchas tiendas aunque casi todas con cosas parecidas y a precios no muy baratos incluso regateando con arte. Aún así caemos y compramos unos cuantos regalos para llevar de vuelta.

Volvemos al hotel con algo de tiempo para no reenganchar planes y poder descansar y darnos una ducha antes de la cena de despedida. Vamos al Dhow, seguramente uno de los sitios más pijos y caros de la capital, con una espectacular vista de la bahía y el nuevo puente colgante que desde hace tres años une la ciudad con el barrio de Katembe y de paso reduce drásticamente el tiempo para ir por carretera a Sudáfrica.

Tiene varias terrazas, música chillout tipo Café del Mar (aunque no a volumen chillout) y una carta impresionante. También boutiques de ropa y complementos. Lorena cena pasta con langosta y yo una picaña de ternera buenísima. Eric nos da un discurso de despedida al que se suman algunas viajeras. No nos extendemos mucho porque nuestro vuelo de mañana ha adelantado el horario y tenemos que madrugar mucho una vez más.

25 y 26 de agosto

Salimos muy temprano del hotel y comenzamos el periplo de vuelta a casa. En el primer vuelo a Johannesburgo pierden mi mochila, pero tenemos una escala muy larga y el empleado más amable y eficiente que hemos visto nunca en un aeropuerto la localiza y dos horas después me la trae personalmente. Seguimos camino otra vez vía Estambul y 38 horas después de levantarnos entramos por la puerta de casa.

Epílogo

Esta es la décima vez que viajamos a África, la sexta con Kananga y la tercera en sus rutas en camión. Pero este no es un viaje al uso. No es cómodo, los desplazamientos son a veces muy largos, no se visitan grandes parques -aunque los pequeños tienen otro encanto-, tiene fronteras terrestres muy complejas y además está el Ilala, una experiencia que si no te tomas con buen ánimo no es para todo el mundo. Los horarios y a veces las prisas no parecen de vacaciones. La infraestructura -turística y de todo tipo- por los tres países no es como la de otras zonas como Tanzania o Kenia, y los imprevistos son la única certeza del viaje, así como que habrá una solución. Pero todo ello es lo que hace tan especial viajar off the beaten track. Salvo las dos veces que he estado trabajando en proyectos de cooperación, nunca nos hemos sentido tan cerca -siempre dentro de un orden- de la vida local. Algo que en la mayor parte de los viajes organizados ni se intuye. Una experiencia inolvidable con un gran grupo y una gran tripulación. Gracias a todos.

Anexo (sólo para fotógrafos frikis)

Por primera vez no viajo con una cámara réflex. Mi equipo esta vez son dos cuerpos Sony APS-C casi idénticos: A6300 y A6400. La segunda enfoca algo mejor y es la que uso con el teleobjetivo, un Sony 70-350G (equivalente más o menos a un 100-500). Tanto este objetivo como los dos cuerpos están sellados frente al polvo, la humedad y las salpicaduras. El tele lo uso en modo S de prioridad a la velocidad, eligiendo este parámetro para que la foto no salga movida y dejando que la cámara elija el resto, incluído el ISO. En las fotos nocturnas llego a usar ISO25600. En el otro cuerpo -que también hace de posible backup- monto un 16-50 (eq 24-75) pero apenas lo uso, casi todas las fotos en esas focales las hago con el teléfono (iPhone 13pro). La GoPro y el 12mm de astrofoto los uso de forma casi testimonial. En total unas 4500 fotos, bastantes menos que otras veces.

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